Friday, April 13, 2007

Tiempos aquellos






El estado de sitio de Camus

Estos de Imeem estan locos






Amos a ver como baila Manuel. Do you need in the midle,

Monday, August 07, 2006

Mala suerte la de un hombre bueno

Acabo de leer la maravillosa biografia que sobre Antonio Machado ha escrito Ian Gibson. Son muchos los aspectos interesantes en la vida del poeta, pero quiero comentar aquí la paradójica fortuna que tuvo aquél que consagró su vida a cantar al amor. Un misterioso y tal vez inexistente amor de juventud (tal vez con una chica del servicio), un matrimonio brevísimo y desigual a los treinta años y una relación imposible y frustrante con la poetisa Pilar de Valderrama. Amores desgraciados para quien por su bonhomía se merecía algo más.

Friday, May 06, 2005

Justo Serna opina sobre las TIC en la escuela

Umberto Eco, Internet y la escuela

Por Justo Serna
Periodista Digital

Viernes, 6 de mayo 2005
E
Decía Umberto Eco que en Italia el anterior Gobierno, presidido por Berlusconi, tenía la audaz intención de introducir en el aula todo tipo de materiales electrónicos para así ir reemplazando los libros de texto, incluso la literatura, las novelas s cada vez más frecuente que maestros y profesores de distintos niveles educativos se declaren partidarios de emplear las nuevas tecnologías en el aula. Con ello demuestran tener olfato y sensibilidad. Los jovencitos están habituados sobre todo a la imagen y, precisamente por ello, se supone que el modo de motivarlos en clase será persuadiéndolos con recursos gráficos y audiovisuales propios de la era electrónica. Tiempo atrás, esos mismos educadores fueron los primeros que saludaron con entusiasmo el uso del cine en el aula. Proyectar películas que sirvieran de complemento a las explicaciones o lecciones del profesor podía ser una idea sensatísima, aprovechable, para suscitar así la atención en el asunto abordado y para relacionar esas imágenes con la palabra. Antes incluso de que los pioneros emplearan el cine-fórum, antes de que los educadores más avanzados optaran por dar soporte a sus clases con films, los profesores se valían de otros recursos no menos ingeniosos: los mapas, las transparencias, las diapositivas, etcétera. Las palabras del maestro eran el discurso lógico, y las estampas proyectadas sobre un lienzo blanco eran su complemento o ilustración, unas estampas entrevistas en aulas en las que algunos aprovechaban la oscuridad y el zumbido del proyector para dormitar, vencidos por el sueño. Ahora ya no hace falta la semipenumbra de una sala de cine para proyectar las imágenes. Una poderosísima herramienta de la era digital lo facilita: el PowerPoint. Gracias a la combinación de fotogramas fijos o en movimiento, los alumnos de historia de cualquier nivel educativo pueden ver un desfile de imágenes que exhuman a personajes del pasado, batallas representadas en el lienzo de un pintor, rostros captados por retratistas más o menos habilidosos, restos arqueológicos, etcétera. Pero pueden ver también el esquema de la clase, el desarrollo lógico de las palabras que el profesor va pronunciando, un esquema que abrevia y enumera los enunciados principales, las frases clave. Tan seductor es el procedimiento que, a lo que me cuentan, también los ejecutivos hacen ahora sus reuniones o sesiones de ‘brainstorm’ valiéndose del PowerPoint. Tanto entusiasmo tecnológico me deja frío y quiero seguir confiando en el profesor y en su solo recurso oral, la seducción por la palabra, la transmisión de significados mediante un ejercicio verbal que es o puede ser comunicación eficaz y belleza expresiva. La imagen proyectada en el aula será siempre un recurso menesteroso, una imagen pobretona si la comparamos con las que fuera de la escuela podrán contemplar los estudiantes. En clase verán unas pocas estampas mediante el proyector o cañón, pero fuera los estudiantes serán bombardeados por miles, por millones de fotogramas. En cambio, nada es comparable a la imagen mental suscitada por la habilidad del maestro, ese modo de representar con palabras la realidad actual o pasada, y la revolución tecnológica, que desde luego modifica nuestros modos de percepción, no creo que deba o pueda alterar lo que son los objetivos básicos del profesor la transmisión de significado. Las imágenes infinitas son el desorden en el que vivimos; en cambio, las palabras del buen profesor, como las palabras de un buen narrador, nos hacen recrear lo visto dándole un sentido. Las imágenes proyectadas en el aula atraen la atención de los estudiantes hasta el punto de que el discurso del maestro puede ser un sonsonete molesto, hasta el punto de convertir la oralidad del docente en una mera glosa de lo que se ve. Soy partidario de utilizar el material audiovisual siempre que éste no sea el soporte de las explicaciones, sino el documento que se estudia, ese documento icónico que someteríamos a análisis para averiguar su modo de producción. En cambio, si lo usamos como mero complemento de nuestras palabras, entonces la imagen desplaza al profesor a un segundo o irrelevante plano, una voz en ‘off’ que añade o apostilla o acota lo que ya se está viendo. Menos partidario soy si lo que se proyecta es el esquema escrito de lo que el maestro está diciendo. He asistido a alguna clase impartida por algún compañero en donde el colega hacía esto y, la verdad, el procedimiento arruinaba su discurso: indirectamente se nos toma a los oyentes como un auditorio algo torpón que necesitaba del auxilio de esquemas elaborados, además, por el conferenciante. Es una invitación a la pereza del destinatario o un insulto involuntario a su capacidad de síntesis y de registro. El maestro debe transmitir sentido y debe hacerlo con palabras, con el arte de la seducción verbal. Entorpecer esta labor con adminículos de toda clase no garantiza solvencia pedagógica. Decía Umberto Eco que en Italia el anterior Gobierno, presidido por Berlusconi, tenía la audaz intención de introducir en el aula todo tipo de materiales electrónicos para así ir reemplazando los libros de texto, incluso la literatura, las novelas. De la sinceridad de sus motivaciones dan cuenta las propias declaraciones del político. “Es verdad que el presidente del Gobierno”, señalaba Umberto Eco, “ha dicho en algún momento que hace veinte años que no ha leído una novela”, y lo ha dicho como si su ejemplo sirviera para los jovencitos. “Pero la escuela”, apostilla el novelista italiano, “no debe enseñar a convertirse en presidente del Gobierno (al menos, no como éste)”. Así es.

Friday, April 29, 2005

Comentario al capítulo X:La doctrina del punto de vista

Este capítulo prosigue y amplía la doctrina de Verdad y perspectiva en El Espectador, pues aquí Ortega confirma y completa desde un nivel filosófico mucho más maduro los breves planteamientos de El Espectador. El punto inicial de este capítulo es el planteamiento del problema cuya solución, según Ortega, reside en el concepto de perspectiva. Todo comienza con la contraposición vida-cultura, considerando la teoría sólo como parte de la cultura, aquella que, por el hecho de ser un segmento mejor delimitado, le será útil a Ortega para completar mejor el significado de su tema general. En este contexto, Ortega exige “la plenitud de derechos” de la vida frente a la cultura o al culturalismo. El filósofo, en verdad, busca conciliar verdad y vida, establecer el principio de la razón vital. El capítulo X parte de la síntesis del debate relativismo-racionalismo que atraviesa varios capítulos de El Tema de Nuestro Tiempo.
Según Ortega los conceptos de vida y cultura son pensados y vividos por la filosofía moderna como irreductibles, desembocando con ellos en la doctrina del relativismo y el racionalismo que se suponen también irreconciliables. Ortega rechaza ambas doctrinas, pues no acepta el supuesto compartido por ellas, es decir, el carácter excluyente de la disyunción. Es en este ámbito de problematicidad, que Ortega entrega su concepto de perspectiva como solución para salvar la objetividad e inmutabilidad de la verdad, sin por ello abdicar de su enraizamiento en la vida personal. Para el filósofo ambos lados constituyen la verdad y si falta alguno de ellos no hay tal verdad. Más aún, para él cada lado se nutre y se refuerza mutuamente. Estamos en presencia, pues de una idea original de la verdad, es decir, radicalmente nueva con respecto a las de los racionalistas y relativistas. Interesa hacer notar aquí que Ortega pretende dar cuenta de estas dos tesis: “El conocimiento es la adquisición de verdades, en las verdades se nos manifiesta el universo trascendente (transubjetivo) de la realidad. Las verdades son eternas, únicas e invariables. ¿Cómo es posible su insaculación dentro del sujeto? La respuesta del racionalismo es taxativa: sólo es posible el conocimiento si la realidad puede penetrar en él sin la menor deformación. El sujeto tiene, pues, que ser un medio transparente, sin peculariedad o color alguno, ayer igual a hoy y a mañana –por tanto, ultravital y extrahistórico- . Vida es peculariedad, cambio, desarrollo, en una palabra: historia.
La respuesta del relativismo no es menos taxativa. El conocimiento es imposible; no hay una realidad trascendente, porque todo sujeto real es un recinto peculiarmente modelo. Al entrar en él la realidad se deformaría, y esta deformación individual sería lo que cada vez se tomase por la pretendida realidad.”
Frente a lo anterior, Ortega sostiene que no es el caso que el sujeto sea un instrumento transparente, un yo puro, idéntico e inmutable ni que su recepción de la realidad tenga efectos deformantes en ésta. Para Ortega existe una tercera posición que sintetiza las anteriores y que es exigida por los hechos mismos. Se trata, por cierto, de la doctrina perspectivista: “Cuando se interpone un cedazo o retícula en una corriente, deja pasar unas cosas y detiene otras; se dirá que las selecciona, pero no que las deforma. Esta es la función del sujeto, del ser viviente ante la realidad cósmica que le circunda. Ni se deja traspasar sin más por ella, como acontecería al imaginario ente racional creado por las definiciones racionalistas, ni finge él una realidad ilusoria. Su función es claramente selectiva. De la infinidad de los elementos que integran la realidad, el individuo, aparato receptor, deja pasar un cierto número de ellos, cuya forma y contenido coinciden con las mallas de su retícula sensible. Las demás cosas –fenómenos, hechos, verdades- quedan fuera, ignoradas, no percibidas.”
Según Ortega un ejemplo de lo anterior lo hallamos en la visión y la audición. Los sistemas ocular y auditivo del ser humano captan ondas vibratorias desde cierto mínimo de velocidad hasta un cierto máximo. Ahora bien, las ondas que traspasan tales límites les son desconocidas. De ello el filósofo infiere que su estructura vital influye en la captación de las cosas, aunque esto no significa que su influjo implique una distorsión en ellas. Quedaría, pues, un vasto repertorio de colores y sonidos reales, que sería captado sin deformaciones por nuestros sistemas.
Y Ortega argumenta que así como ocurre con los colores y sonidos ocurre con las verdades. Es decir, la mente de cada individuo es una especie de órgano perceptor, dotado de una forma determinada que posibilita la comprensión de algunas verdades, pero que es ciega para captar otras. Y esto el filósofo lo extiende a cada pueblo y época, pues éstos poseerían un alma propia que les haría aptos para captar ciertas verdades afines, pero ineptos para captar otras. Para Ortega esto se traduce en que todos los pueblos y épocas han disfrutado su fragmento de verdad y es absurdo, por tanto, que algunos de éstos pretendan arrogarse, frente a los demás, la posesión de la verdad integral. Según Ortega todos tienen un lugar preciso en la historia.
Luego de reproducir el argumento de los dos hombres situados en distintos lugares –aparecido ya en Verdad y Perspectiva- Ortega llega a afirmar que: “La realidad cósmica es tal que sólo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización. Una realidad que vista desde cualquier punto resultase siempre idéntica es un concepto absurdo.”
Para Ortega lo que ocurre con la visión corporal acontece igualmente en todas las otras realidades. Es decir, todo conocimiento conoce desde una perspectiva propia. Y de ello se desprende una consecuencia de máximo interés para la concepción de la filosofía en Ortega, pues a partir de su planteamiento el punto de vista ubicuo, absoluto de los grandes sistemas filosóficos de antaño deja de existir, ya que para el filósofo sólo es una perspectiva ficticia y abstracta. Por ello Ortega agrega: “Esta manera de pensar lleva a una reforma radical de la filosofía y,lo que importa más, de nuestra sensación cósmica.”
Argumenta Ortega que, contra lo que afirmaba la tradición filosófica de los últimos tiempos, vemos ahora que la oposición entre los universos de dos sujetos no implica, forzosamente, la falsedad de uno de ellos. Más aún, puesto que lo que cada cual percibe es una realidad y no una fantasía, deberá su aspecto ser diferente del que otro percibe. Para Ortega este desacuerdo no es mera contradicción, sino más bien complementación.
“Cada vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo puede ver otra. Cada individuo –persona, pueblo, época- es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. He aquí como ésta, que por sí misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere una dimensión vital.” Y Ortega va a comparar la realidad con un paisaje con infinitas perspectivas –como cualquier paisaje-, todas ellas igualmente verdaderas y auténticas. Así, la perspectiva falsa sería esa que pretende ser la exclusiva. Es decir, para Ortega lo falso es la utopía o la verdad mirada desde ningún lugar: el racionalismo. Pero también el relativismo es erróneo porque afirma que la verdad es relativa y, según Ortega, la que es relativa es la realidad, vale decir, relativa a cada punto de vista, desde el cual se revela una verdad absolutamente verdad.
Ortega relaciona las implicaciones de su planteamiento con la idea de filosofía que ha imperado hasta su tiempo: “Hasta ahora, la filosofía ha sido siempre utópica. Por eso pretendía cada sistema valer para todos los tiempos y para todos los hombres. Exenta de la dimensión vital, histórica, perspectivista, hacía una y otra vez vanamente su gesto definitivo.” Sin embargo, la doctrina orteguiana del punto de vista demanda otra cosa: “que dentro del sistema vaya articulada la perspectiva vital de que ha emanado, permitiendo así su articulación con otros sistemas futuros o exóticos.” Y el filósofo sintetiza su posición: “La razón pura tiene que ser sustituida por una razón vital, donde aquella se localice y adquiera movilidad y fuerza de transformación.” En el pensar filosófico de antaño existe la inocente ilusión de haber alcanzado toda la verdad, por tanto, ya todo se da por solucionado. Pero el universo delimitado por esas filosofías no puede ser considerado un mundo real, sino, según dice Ortega, el horizonte o límite de sus creadores. Es decir, lo que los filósofos del pasado consideraban como límite del cosmos era: “sólo la línea curva con que su perspectiva cerraba su paisaje.” Para Ortega toda filosofía que quiera trascender lo que él entiende como un antiguo y arraigado primitivismo, es decir, un planteamiento ingenuo que surge de la ignorancia de sí mismo, necesita eliminar tal error con el propósito de esquivar que el horizonte humano –mudable y elástico- adquiera la rigidez de un mundo concebido como cosa en sí.
Ortega agrega: “Ahora bien la reducción o conversión del mundo a horizonte no resta lo más mínimo de realidad a aquél; simplemente lo refiere al sujeto viviente cuyo mundo es , lo dota de una dimensión vital, lo localiza en la corriente de la vida, que va de pueblo en pueblo, de generación en generación, de individuo en individuo, apoderándose de la realidad universal.” Ortega habla aquí de que mundo es un mundo de alguien, es mi mundo, el de cada cual. Es decir, se trata de un mundo real y concreto, un mundo que aparece como horizonte de una vida. Es lo que Ortega entiende como circunstancia.
Y esta idea de circunstancia se articula con la de perspectiva en la filosofía de Ortega, pues para el filósofo cabe buscar para nuestra circunstancia humana, el espacio adecuado en la gran perspectiva del mundo. Pero no entraremos en este tema de la relación entre circunstancia y perspectiva, dado que entraríamos de lleno en la filosofía de Ortega y no en lo que buscamos: su idea de filosofía.

Tuesday, April 19, 2005

no se puede ser cristiano y de derechas

Wim Wenders, cineasta
"No se puede ser cristiano y de derechas"
Wim Wenders

Por Lluís Amiguet
La Vanguardia
Martes, 19 de abril 2005

Creo en Dios y en Jesucristo y vivo en consecuencia, pero esa fe, que también dicen profesar Bush y la derecha norteamericana y otros tantos conservadores cristianos en Europa, me ha llevado a pensamientos y conductas opuestas a las suyas.
-¿En qué sentido?
-No se puede ser cristiano sin ser socialista.
-Cristiano socialista: ¿no es un oxímoron?
-Al revés. La contradicción está en quien es multimillonario y cristiano como George Bush, caudillo militar; o en quienes, como tantos europeos, son cristianos de derechas.
-Mezcla usted religión y política.
-Un cristiano no puede separarlas. No puede dejar de vivir su fe en todas las facetas de su existencia. No se puede ser cristiano sin arriesgar tu bienestar por los débiles y sin sufrir con ellos; no se puede ser cristiano sin poner todo tu cerebro y tu corazón al servicio de los que sufren hasta compartir con ellos esta Land of plenty (tierra de abundancia), título de la canción de Leonard Cohen, que es también el de mi película.
-Parece usted un telepredicador.
-Fui estudiante de Teología y eso imprime carisma, y soy doctor honoris causa por la Universidad Católica de Friburgo. ¡Y no soy de derechas! Ser cristiano es ser revolucionario: es optar por la vida más allá de la tuya, más allá de lo material, vida eterna, y eso tiene que definirte también tras la cámara.
-¿Por qué no hace una película sobre Jesús? Con Passolini, Scorsese, Gibson...
-La de Gibson era un pingajo sanguinolento. Yo prefiero explicar en cine el compromiso de ser cristiano que hacer otro filme biográfico sobre Jesucristo. Jesucristo está en la vida de cada cristiano.
-¿Por qué se va siempre a EE.UU. a rodar?
-Allí, queramos o no en Europa, se decide el futuro. Aquí practicamos un antiamericanismo infantil que no distingue entre lo bueno y lo malo de América y luego nos enfadamos si ellos no saben diferenciar un checo de un rumano. En EE.UU. el cine me sale de las tripas... ¡Y cuando rodé yo estaba cabreado!
-¿Por qué?
-Porque nos han engañado con esa "guerra contra el terror" que beneficia a los terroristas. El terrorismo es un simple crimen: no se puede elevar a la categoría de guerra.
-Hasta el 11-S sólo los terroristas creían estar en "conflicto armado".
-Bush ha conferido a los terroristas la categoría de combatientes, porque de ese modo legitimaba también sus nuevas cruzadas para controlar los recursos del planeta. Sin el 11-S y la "guerra contra el terror" la derecha norteamericana no se hubiera atrevido a sus nuevas invasiones. Y esa mentira cala más hondo donde tienen menos defensas intelectuales contra ella. Cuanto más pobre sea un barrio en EE.UU., más banderas verá.
-Una bandera es un símbolo ambiguo.
-A mí me repugnaba verla ondear orgullosa sobre el césped inmaculado de las petroleras de Dallas que azuzaban las guerras, pero confieso que me ha emocionado ver la misma bandera, deshilachada, astrosa, sobre las caravanas miserables de los indios o sobre la tumba de un soldado desconocido que perdió la vida en Normandía.
-Todas sus películas acaban en carretera.
-Es una promesa. Cuando acabé de rodar La letra escarlata,donde todo transcurría en una sala,me juré a mí mismo no volver a dirigir ningún filme en el que no salieran coches, carreteras y cabinas telefónicas. El cine es enemigo natural de los espacios cerrados y quiere respirar, moverse.
-Su protagonista es una santa y el antagonista un facha paranoide: ¿no es facilón?
-He conocido personas cristianas o no que dan su vida por los demás. Y no hablo de quienes se sacrifican en un momento heroico, sino de gente que se entrega en cada uno de los instantes de renuncia y sacrificio que brinda toda una existencia. Eso es lo que hace mi protagonista. Hay muchas así.
-Ya me fijaré a ver si veo más.
-Si mira a su alrededor, verá que estamos rodeados de santos. Yo conozco muchos.
-Aquí decimos: "¡Que santa Lucía le conserve la vista...!".
-A mí también me pasa a veces: me da la impresión de que Dios se ha ido de vacaciones.
-O simplemente se ha ido.
-A ese punto no he llegado nunca.
-Me alegro.
-En cuanto al antagonista, también es alguien real que yo mismo conocí. Era un pobre hombre angustiado que no sabía distanciarse de toda la propaganda alarmista del Gobierno para propiciar la victoria conservadora de Bush y justificar todas sus guerras.
-¿Quién era ese pobre hombre?
-Un agente de seguridad paranoico que era vecino mío en Los Ángeles. El pobre se quedó en paro y acabó vigilando el barrio contra los terroristas desde una furgoneta aparcada en la esquina donde vivía rodeado de todo tipo de artilugios de espionaje.
-Tal vez le salvó a usted de un atentado.
-Yo me conformaba con que no me interfiriera la antena parabólica con la que sigo los partidos de fútbol de las ligas europeas.
-¿No le daba un poco de miedo?
-Sus creencias, sí. Muchos cristianos allí aún creen en la supremacía de la raza blanca. Esos fundamentalistas son nuestro enemigo. La religión está hoy desacreditada por esos fundamentalismos; porque el verdadero conflicto donde nos jugamos el futuro no enfrenta a los judíos contra los musulmanes, sino a los judíos integristas contra los judíos liberales y a los musulmanes tolerantes contra los musulmanes radicales.

Tuesday, April 05, 2005

El "alma" nace a los dos meses de la concepción. Argumentos contra los antiabortistas.

martes, 5 de abril 2005

Las últimas investigaciones en el campo de la embriología indican que la primera actividad cerebral surge en la octava semana de gestación

El "alma" humana nace a los dos meses de la concepción

Por Brenda MaddoxThe Guardian 05/04/05, 09.28 horas

Ante la perspectiva de un posible cambio de régimen en el Vaticano, son muchas las personas (tanto de dentro como de fuera de la Iglesia Católica, e incluyendo a muchos no creyentes) que están deseando que resulte elegido un Papa de personalidad progresista. Y es que parece haber llegado el momento oportuno de empezar a dar pasos hacia delante en dos de los más antiguos y fastidiosos temas con los que se enfrentan los seglares: la contracepción y el aborto.
Son éstas, sin duda, dos áreas altamente sensibles, pero la posibilidad que se presenta en la actualidad para hacer cambiar la postura del Vaticano a este respecto bien podría provenir de los nuevos hallazgos que se han producido en el campo de la embriología. En consecuencia, el sucesor de Juan Pablo II va a disfrutar ahora de la oportunidad de modificar la doctrina que tanto ha venido alienando y haciendo sufrir a una gran cantidad de mujeres y ello, además, sin tener que repudiar el pasado. El Vaticano, bajo este último Papa, continuó haciendo equivalentes los conceptos de contracepción y aborto, contemplando a ambos como «la cultura de la muerte». Durante el primer sínodo celebrado en el Pontificado de Juan Pablo II, convocado en el año 1980 para reflexionar sobre familia y sexualidad, algunos obispos intentaron sacar a colación el tema de la contracepción. Prohibición absoluta Y, a pesar de que una comisión especial ya había informado al Papa de que la contracepción, en sí misma, no era «intrínsecamente perversa», el nuevo Pontífice reafirmó rápidamente la prohibición absoluta que Pablo VI había establecido con anterioridad en su áspera encíclica de 1960, Humanae Vitae. Lo que Juan Pablo II mantenía era que la procreación debía ser «el fruto de un pacto entre un hombre y una mujer, unidos en matrimonio». Ni siquiera la aparición de la terrible y traumatizante epidemia del sida logró modificar sus planteamientos. En 1989, y durante un congreso sobre el sida, de tres días de duración, celebrado en el propio Vaticano, el Papa declaró que todo el mundo tenía que cambiar sus formas de vida y no recurrir a «medios ilícitos» de prevención del embarazo. Los condones, llegó a decir, violan «el sentido auténticamente humano de la sexualidad». Empero, en la actualidad comienzan a aparecer en el Vaticano puntos de vista bastante más moderados. Entre los pensadores de la Iglesia, existe una voz de características progresistas, la del cardenal Carlo María Martini, arzobispo emérito de la diócesis de Milán. El cardenal Martini ha declarado que él contempla la prohibición del uso de contraceptivos más como una «regla» que como una doctrina nuclear de la Iglesia y, por lo tanto, de naturaleza infalible. Y si las nuevas formas de pensar son capaces de modificar prohibiciones existentes durante tanto tiempo, también es posible conjeturar que la Iglesia podría llegar, incluso, a alterar su punto de vista en relación al momento en que un óvulo fertilizado se convierte en un ser humano. Y esto podría entreabrir un resquicio para la posterior aceptación del aborto. La definición actual de la Iglesia -«en el momento de la concepción»- es, actualmente, perfectamente rebatible. En la actualidad, es bien sabido que la concepción, o «fertilización», el proceso por el que el esperma del varón fertiliza el óvulo femenino, no se produce en un sólo momento sino que, más bien, se trata de todo un proceso continuo para cuya culminación se llegan a invertir entre dos y 12 horas. Lo que, quizás, sea aún más importante es el reconocimiento de que, hasta 14 días después de producirse la fertilización, el embrión puede dividirse en gemelos, trillizos o más individuos idénticos. Este «argumento de la gemelización» es el de mayor contundencia en contra del mencionado punto de vista que sostiene que la vida humana comienza en el momento mismo de la fertilización.Y como, teológicamente hablando, el alma no se puede dividir, se puede afirmar que el alma no penetra en el preembrión (llamado cigoto). Y no lo hará hasta el momento en que éste no pueda ya dividirse en varios individuos diferentes. Atendiendo a otro punto de vista, en este caso neurológico, se puede llegar a situar el comienzo de la vida humana bastante más tarde de esos 14 días. Desde la perspectiva neurológica, es bien sabido que la señal inequívoca que define la existencia de un ser humano es su electroencefalograma, o EEG. Y, sin embargo, no es hasta la octava semana de gestación, aproximadamente, cuando un embrión en desarrollo da muestras de un EEG detectable, y, en consecuencia, de los fundamentos para unos comportamientos neuronales esenciales para la existencia de actividad cerebral. Si cualquiera de dichas definiciones del momento en el que comienza la vida humana fuera aceptada por el Vaticano, existiría un espacio de tiempo de unas dos semanas, o más, durante el cual determinados procedimientos, como la píldora del día siguiente, la práctica del aborto o la investigación con células embrionarias, podrían llevarse a la práctica sin necesidad de tener que acudir a ninguna clase de debate de orden moral.
La teoría de los 40 días de Santo Tomás
La definición del momento en que el alma penetra en el cuerpo humano ha ido cambiando, en el seno de la Iglesia, con el paso del tiempo. Santo Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóteles, sostenía que el feto de un varón solamente se convertía en ser «animado» -en otras palabras, que adquiría su alma- en torno a los 40 días después de su concepción. También se creía que, en su caso, las mujeres eran bastante más lentas y necesitaban 90 días para poder dotarse de un alma.
Además, hay que señalar que el Vaticano también está haciendo grandes esfuerzos para mantenerse al día en cuestiones de investigación científica.
En la Academia Pontificia de las Ciencias se suelen dar cita distinguidos científicos procedentes de todo el mundo - y sin tener en cuenta sus creencias personales- para discutir con profundidad de temas que afectan a un amplio espectro de materias, que van desde la cosmología a la neurología.
Entre dichos científicos se encuentran figuras tan destacadas como el físico Stephen Hawking, el neurólogo Oliver Sacks y el astrónomo Sir Martin Rees.

Monday, April 04, 2005

El Papa contra Descartes

Por Justo Serna PD 04/04/05
Estos días de Semana Santa, mientras descansaba del ajetreo cotidiano, me embarqué en lo que los antiguos llamarían una lectura edificante. Me refiero a ‘Memoria e identidad’, de Juan Pablo II.‘Memoria e identidad’ es un libro en el que se exponen en forma de diálogo las tesis principales del Papa recién fallecido. Lejos de reconciliarme con una figura decisiva en la política de nuestro tiempo, dicho volumen me distanció aún más de sus ideas. Lamento ser incorrecto en estos momentos, pero creo obrar con justicia con este breve escrutinio.
Es desolador que Juan Pablo II sostenga nociones históricas tan equivocadas en dicho volumen; es triste que quien ha tenido tanta influencia ‘práctica’ en el curso de Europa, ayudando al desplome del sovietismo, tenga unas ideas tan ultramontanas; es lamentable que quien luchó por la libertad del catolicismo en Polonia crea, en fin, que el rumbo de Occidente comenzó a perderse con el cartesianismo, con el cógito cartesiano, con el "pienso luego existo". Al racionalismo que se esfuerza en pensarse sin Dios, al hombre rebelde que se aúpa hasta su trono, le achacaba el Papa el espanto del siglo XX, las “ideologías del mal”, y ese reproche me hacía recordar algunas palabras del capítulo del Gran Inquisidor en ‘Los hermanos Karamazov’.

Escribe Dostoievski: “hay tres fuerzas, en la tierra, únicamente tres fuerzas que pueden vencer y cautivar por los siglos de los siglos la conciencia de estos canijos rebeldes, por su propia felicidad, y estas fuerzas son: el milagro, el misterio y la autoridad (...). Los hombres son como niños que se han amotinado en clase y han echado al maestro. Pero también se acabará el alborozo de los niños, y les costará caro. Demolerán los templos e inundarán de sangre la tierra. Mas, al fin, esos estúpidos niños se darán cuenta de que, aunque rebeldes, tienen pocas fuerzas, y son incapaces de resistir su propia sublevación”

La interpretación histórica de Juan Pablo II es decididamente reaccionaria y me recordaba también a la de Joseph de Maistre, aquel inteligentísimo retrógrado, aquel adversario acérrimo de la Ilustración que, siglo y pico después, aún provocaba el interés de Emil Cioran o de Isaiah Berlin. ¿Y por qué me la evoca? El Papa, como el saboyano, experimenta una gran añoranza del mundo medieval, un tiempo en que los creyentes vivían su fe "con su universalismo cristiano”, una “fe simple, fuerte y profunda”, sin dudas, sin incertidumbres, añade Juan Pablo II. Eran aquéllos unos viejos “buenos tiempos” que “fueron barridos por el Siglo de las Luces y el iluminismo”, una concepción que “se opuso a aquello que Europa era por efecto de la evangelización". El Mal, a juicio de Juan Pablo II, habría tenido, sin embargo, un efecto positivo: haber funcionado como un castigo regenerador.

También para el antirrevolucionario Joseph de Maistre la Revolución francesa habría sido un acto paradójicamente milagroso. De hecho, no fueron los propios rebeldes quienes la habrían provocado, sino los mismos acontecimientos como “fuerza arrolladora” que escapa a la voluntad humana. Para Maistre, la revolución vendría a ser una suerte de prodigio en la medida en que sería directamente querida por Dios, el cual, por su parte, habría permitido que las fuerzas satánicas que vuelven insurrecto al hombre triunfasen temporalmente para así perderse.

Al haberse dado la irrupción desnuda del Mal, añade Maistre, habría podido desvelarse de manera providencial la corrupción inherente del racionalismo en que se fundaría. De ahí podría derivarse una regeneración catárquica: “Si ¡Dios! emplea los instrumentos más viles, es porque castiga para regenerar (...). Si la Providencia ‘borra’, es sin duda para ‘escribir de nuevo’ (...). Verdaderamente, se siente uno inclinado a creer que la Revolución política no es más que un objetivo secundario del gran plan que se desarrolla ante nosotros con una majestad terrible”. Es decir, el Mal sobreviene, pues, en un mundo ya corrupto como realización del proyecto moderno que niega a Dios. Sólo la vuelta a la esencia del catolicismo salvará a la Europa degradada: como Maistre, como Bonald, como Lamennais o como Cortés, entre otros, también Juan Pablo II se refugia en ‘Memoria e identidad’ en la nostalgia de una civilización católica inmune al contagio de los modernos, una cristiandad medieval de creyentes firmes, de hombres puros.

“La libertad, el librepensamiento y la ciencia”, escribe Dostoievski, “los conducirán a tal laberinto y los situarán en presencia de tales prodigios y misterios insolubles, que algunos hombres, los indomables y furiosos, se matarán a sí mismos; otros, indomables, pero poco fuertes, se matarán entre sí, y un tercer grupo, los que queden, débiles y desdichados, se arrastrarán a nuestros pies y clamarán: Sí, vosotros teníais razón, únicamente vosotros estabais en posesión de su misterio y volvemos a vosotros, ¡salvadnos de nosotros mismos!“
Enlaces> El Papa contra Descarteshttp://justoserna.bitacoras.com/
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Comentarios

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El marxsimo, el nazismo. Todos los horrores del siglo XX son fruto de ese monstruo de una "razón" que no explica nunca el origen y destino del hombre.Una "razón" que al eliminar a un Dios público en el Estado y la Sociedad nos deja sin un Padre creador en el paradigma del pensamiento en el que se mueven las ideas.Y sin un Padre común..¿De donde que todos los hombres somos Hermanos?.Así el Nazi cree razonable la eliminación del judío para bien de la humanidad. Millones lo creyeron honestamente.El marxista cree razonable la eliminación de los burgueses y de cualquier disidente para bien de la Revolución. Millones lo creyeron fanáticamente.El capitalista ve lógico la explotación del obrero o el engaño al consumidor como forma de aumentar el "progreso". Porque el "progreso" realmente aumenta.Todo muy razonable hasta que uno va y se encuentra con Cristo que le dice "Yo soy la Verdad", y le crees.Y entonces da igual lo "razonable", pues ya vives la Ver...
04/04/05 23:18 Autor : Man35
Yo sólo sé que no me gusta este mundo...no me gusta nada de nada. Prefiero más el del Siglo XVIII, pero he de reconocer que para curar el dolor de muelas prefiero la tecnología de éste (y mejor la del venidero). Y es verdad que me duele una muela...PD. Se agradece la excelente educación que hay ahora, se ve que hay moderador. ¡gracias!
04/04/05 22:48 Autor : brujomet
Con todo respeto, su secuencia argumental me parece un ejercicio, poco erudito, de manipulación de lo que ha sido la filosofía europea y sus consecuencias en el modelo antropológico. Todo sería demasiado largo... Así que, al leerle, me imagino las dificultades "intelectuales" (sic) -no personales, of course- que usted debe tener para disfrutar de luz acerca de las grandes preguntas de cualquier ser humano y también -¿por qué no sugerirselo?- para amar en concreto. Hay algo de retrogradillo y pobretón en su "racionalismo"...¿No querrá pedirnos que nos anclemos en Descartes y en la mitificación de la ilustración racionalista? ¿Eso es todo lo que tiene?
04/04/05 22:00 Autor : johansel
Al Papa lo que es del Papa, y a Descartes lo que es de Descartes.
04/04/05 21:25 Autor : jaav
Sr. elier, me parece que la parte de texto no publicada por exceso de caracteres le induce a sugerir un tipo de empanada que no estaba en mi ánimo. - Le transcribo el texto no publicado:A partir de aquí, la filosofía se quedó en puro pensamiento, ....... y “empanada” mental de muchos. Como siempre, encontraremos pensadores, pseudo-filósofos, que no acepten el “múltiple enfoque” de la verdadera filosofía tridimensional: la teología, la experiencia espiritual personal, y el razonamiento. Muchos pensadores se contentarán con una “filosofía descafeinada”. - Es una decisión personal. – Es absolutamente legítimo querer salir a “cazar verdades” con menos cartuchos que otros cazadores, se puede atrapar alguna pieza, pero también se está aceptando el estar en inferioridad de condiciones. Especialmente, cuando se va de caza mayor. La prudencia es un ingrediente de la sabiduría. No es el caso. - Hasta aquí el texto perdido. Su vehemencia me reafirma en mi idea sobre la prudencia.
04/04/05 19:53 Autor : jlcv
Pues yo no me considero dueño de la Verdad.Nada más lejos de la realidad.Es más, no me creo que ningún mortal la conozca.Creer que se posee la Verdad (así con mayúsculas) ¿No es un gran ejercicio de soberbia?
04/04/05 19:09 Autor : satanas
Desde un puesto de responsabilidad -cuando se es profesor y más aun se ostenta cátedra se debe ser responsable- como el tuyo, Justo, con casi veinte siete años que el Papa está presente, podrias haberte dirigido a Él cuando pudo responderte. Yo estoy seguro de que lo hubiera hecho muy agusto. Ahora lamentablemente es imposible. Pobres alumnos que dependen de tus enseñanzas. Mejor debias dedicarte a eso del peiodismo que tienes como entretenimiento. Pero recuerda que puede vivir en cualquier país y si vas a Cuba, o a China, seguramente seas bien recibido. En este país y en cualquiera de Eruropa existe la libertad. El libertinaje es otra cosa.En mi opinión no has acertado tampoco en esta ocasión. Pero sigue intentandolo.
04/04/05 19:00 Autor : Roy01
Asistimos al desprestigio de la visión moderna del hombre, el mundo y sus problemas, a la quiebra de los relatos de la modernidad. Dos ejemplos: 1) La idea de progreso indefinido. 2) La idea del poder omnímodo de la razón.La idea de progreso indefinido tuvo su mentís con la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial, donde el desarrollo de la técnica que había comenzado con el robo del fuego a Zeus por parte de Prometeo, en lugar de terminar con la liberación del hombre, terminó en Hiroshima y Nagasaki.Por su parte, el poder omnímodo de la razón se ve cuestionado cada día por la manipulación devastadora que el hombre hace de la naturaleza. Sus efectos son las grandes crisis ecológicas -incendios interminables, desertificación de grandes espacios, derrames incontenibles de petróleo, etc.-, el recalentamiento de la tierra, el agujero de ozono, el manoseo genético de plantas, animales y hombres, todos estos efectos irracionales de causas fundadas en la razón.
04/04/05 18:45 Autor : Valeriogro
Enla historia del pensamiento el racionalismo empieza desde el mundo griego no con el francès Decartes. Este papa puede haber sido un buen actor màs no mucho sabio. De segura indole reaccionaria, ni siguera sabe que Decartes, pio catolico, contestava a Père Marsenne que las leyes de la naturaleza eran garantizada por Dios mismo. Era todo por tomar pretexto por hacer propaganda politica y nada màs. En otro articulo el italiano Fò dice que era l'ultimo comunista en Italia, pero esto tio Nobel va siempre de broma.
04/04/05 17:28 Autor : perrosuelto
Señor jlvc:Creo que el que no se entera de nada es usted, será por esa empanada mental de m... a la que alude y que le lleva a intentar explicar lo iexplicable y, de paso, vendernos la moto a los demás:"La Verdad y sus verdades subsidiarias, no solo tiene que partir del uso del razonamiento humano capaz de ascender y captar las realidades inmediatas a la razón, sino que también tiene que partir de la experiencia espiritual personal y la teología que desciende y capta las verdades desde la trascendencia." Esa moto no funciona, se lo digo yo. Con esa verdad que usted proclama pagábamos diezmos a la iglesia de la miseria que obteníamos por trabajar en las tierras de su amigo el señor feudal. Y al que protestaba contra el orden natural de las cosas proveniente "de la experiencia espiritual personal y la teología que desciende y capta las verdades desde la trascendencia", dos cosas: tortura y hoguera, con Isabel la católica y con Pinochet.Vade retro
04/04/05 15:44 Autor : elier
El racionalismo cartesiano es el más inminente peligro para la Iglesia que comercia con "la fé" o lo supranatural. La multinacional más exitosa de la historia no puede permitir que se ponga en duda lo "divino". Paradójicamente en san Agustín y en santo tomás están las semillas de la "anti-Fé". Pero, (sí siempre hay peros en este mundo...), como dijo einstein "Si dios no existe hay que inventarlo", o bien Marx el gran pensador ahora defenestrado por los que erroneamente asimilan el comunismo con el estalinismo y que dice "Dios o la religión es el opio del pueblo", una droga que aturde la mente. Posible alternativa para la esperanza y la búsqueda de la felicidad intelectual y moral que es positivista, laica, humanista y que no se contradice con las religiones: el Existencialismo. Informaros.
04/04/05 15:18 Autor : Pando
Lo que yo vengo repitiendo es que un ser humano no tiene la obligación de acertar en sus planteamientos, sino de intentarlo. El ideario de Juan Pablo II parece claramente desfasado, pero de lo que no cabe ninguna duda es de su sinceridad y de su tremenda voluntad. Quizá sí acertó al señalar al miedo como culpable de muchos males. Puesto que el valor es la mejor cualidad humana, y valor ha demostrado mucho este Papa, el miedo es la principal rémora.
04/04/05 15:16 Autor : Ifach
Sr. Serna, parece no haber entendido nada. También es frecuente despreciar lo que se ignora o no se entiende. Parece también sensato que el método adecuado para la búsqueda de La Verdad y sus verdades subsidiarias, no solo tiene que partir del uso del razonamiento humano capaz de ascender y captar las realidades inmediatas a la razón, sino que también tiene que partir de la experiencia espiritual personal y la teología que desciende y capta las verdades desde la trascendencia. En el encuentro ascendente-descendente del razonamiento, de la experiencia espiritual personal, y de la teología, es donde debe fructificar la verdadera filosofía.Descartes rompió con la filosofía tradicional del ser al invertir los términos y establecer su “cogito ergo sum” - pienso luego existo -, subordinando la primacía categórica de la existencia al secundario pensamiento, lo que es a todas luces irracional. A partir de aquí, la filosofía se quedó en puro pensamiento, ....... y “empanada” mental de m...
04/04/05 14:51 Autor : jlcv
En todas las revoluciones se han producido excesos, eso no lo niega nadie. Pero la revolución francesa vino del aplastamiento y hambre de un pueblo que veía los faustos y las fiestas de la aristocracia, la injusticia y desidía de los encargados de gobernarles.Nadie se quiere acordar de que las sublevaciones vienen por la explotación. Corren un túpido velo sobre las causas, mientras destacan los excesos de los enfurecidos revolucionarios.En nuestro país y es historia, hubo un tiempo en el que los patronos decidían cuando se terminaba la jornada. Las sirvientas trabajaban todo el día y se iban a dormir cuando la Sra le indicaba y así podríamos decir unas cuantas causas más para explicar porqué había revueltas, manifestaciones y descontentos, que desembocaron en atentados, asesinatos y caos.Los que tienen la sartén por el mango rara vez la sueltan.Nuestros tiempos, en los que tanto se ha conseguido, parece que no gustan, a los que siempre han sido favorecidos por el poder
04/04/05 14:33 Autor : lorelei
Lo paradojico: imaginemos que un cristiano se hubiese convencido de las teorias de Galileo, y hubiese negado la teoría del orden cósmico de la Iglesia. En su muerte, negando a la Iglesia, hubiera sido considerado un pecador, y condenado al Infierno, por equivocado con la ley cósmica de la Iglesia en los siglos XVI Y XVII.Centenares de años mas tarde, el Papa pide perdón por los errores del pasado.Entonces, dado que no es posible pedir perdón por los errores del presente ¿que sucederá si un Papa del año 2.400, por ejemplo, pide perdón por los errores cometido en el Papado de Juan Pablo II? Nada mas ni nada menos quee los contemporaneos a Karol Woitila llevaremos cuatrocientos años muertos y no nos enteraremos de si hay sacerdotes casados, mujeres sacerdotes y se permiten los anticonceptivos como parte de la politica de paternidad responsable.¿ Que no? En las Cruzadas el Papa llamaba a la guerra santa contra el infiel musulman.
04/04/05 13:48 Autor : roccosifredi
Historicismo e irracionalismo (la idea reaccionaria y anti-humanitarista de que Dios "escribe" la historia) tan atractivos para muchos cristianos no pueden ser más contrarios al espíritu cristiano.El racionalismo, a pesar de independizarse de la fe, tiene una deuda con el cristianismo, a saber: el igualitarismo.Recomiendo el magnifico libro de K. Popper: Sociedad abierta y sus enemigos
04/04/05 13:36 Autor : leibniz
Muy bueno tu artículo, pero me permito discrepar, humildemente, con Juan Pablo II. Según me enseñaron los curas en mi lejana niñez, la cosa no comenzó con Descartes sino que empezó con Adán, o más bien con Eva, que recordemos no comieron ninguna manzana sino el fruto del arbol de la ciencia del bien y del mal, decían los curas "para saber tanto como Dios". Hoy en día nadie pretende saber tanto como Dios pero sí saber todo lo que sea posible.Vaya un homenaje a Eva, a Pandora y a todos los que tienen curiosidad, especialmente al gusano loco de Wimpi* que fue el primero que en una colonia de gusanos decidió ser diferente y pensar por su cuenta, y en él estaba la semilla de los Voltaire, los Pasteur, los Einstein, etc.*Wimpi: humorista uruguayo que vivió hasta 1956.
04/04/05 13:25 Autor : proberto
Se cree con frecuencia que no es posible una moral sin un Dios sancionador. La realidad está ahi para demostrar lo contrario. Hay comportamientos heroicos que nada tienen que ver con la religión. Pro ejemplo, los ecologistas, los amigos de los animales. Se puede dedicar esfuerzos a salvar a un perro callejero y de no hacerlo no se infringiría ningún mandamiento divino. Por el contrario personas muy temerosas de Dios de misa diaria, pueden no pagar lo que la ley manda a sus empleados (conozco ejemplos muy graves), ni impide odios entre hermanos por herencias.
04/04/05 13:09 Autor : mediopunto
Isancho, ¿consideras absurdos excesos la eliminación de las culturas precolombinas por parte de los "evangelizadores"?, y qué me dices de la quema de brujas.¿No te parece absurdo también la no separación de Iglesia y Estado en la época franquista?Supongo que te parecen de una lógica natural la configuración de los estados islamistas. Ya te veo.
04/04/05 12:22 Autor : hwang-ho
Leyendo su artículo uno no acaba de comprender si se trata de criticar el libro de Juan Pablo II o determinadas frases de Dostoyevsky y de De Maistre, autores con los que, en un alarde de reduccionismo, usted identifica el pensamiento del difunto papa.Creo que el Papa estaba en lo cierto cuando criticaba la deriva "racionalista" y cartesiana que desmbocó en la Revolución Francesa. La racionalidad pura, cuando prescinde de la idea de Dios y de los valores de la ética y la religión conduce a las mayores aberraciones (véanse, si no, los absurdos excesos de la Revolución Francesa y los dramas contemporánesos causados por el marxismo, el nacional socialismo y el fascismo).Juan Pablo II ha luchado infatigablemente por recordar al mundo una idea integral del HOMBRE, esto es, de un ser esencialmente libre y digno en función de su trascendente relación con el Supremo Hacedor, frente al petulante "librepensador" desligado de la idea de divinidad surgido del racionalismo cartesiano.
04/04/05 11:35 Autor : lsancho
Felicitaciones por el artículo tan interesante y que nos permite reflexionar
04/04/05 11:13 Autor : pousycarl

Thursday, December 16, 2004

El poeta y el filósofo
Yo no soy el filósofo. El filósofo dice: Pienso... luego existo.
Yo digo: Lloro, grito, aúllo, blasfemo... luego existo.
Creo que la Filosofía arranca del primer juicio. La Poesía, del primer lamento. No sé cuál fue la palabra primera que dijo el primer filósofo del mundo. La que dijo el primer poeta fue: ¡Ay! ¡Ay! Este es le verso más antiguo que conocemos. La peregrinación de este ¡Ay! por todas las vicisitudes de la historia, ha sido hasta hoy la Poesía. Un día este ¡Ay! se organiza y santifica. Entonces nace el salmo. Del salmo nace el templo. Y a la sombra del salmo ha estado viviendo el hombre muchos siglos. Ahora todo se ha roto en el mundo. Todo. Hasta las herramientas del filósofo. Y el salmo ha enloquecido: se ha hecho llanto, grito, aullido, blasfemia... y se ha arrojado de cabeza en el infierno. Aquí están ahora los poetas. Aquí estoy yo por lo menos. Éste es el itinerario de la Poesía por todos los caminos de la Tierra. Creo que no es el mismo que el de la Filosofía. Por lo cual no podrá decirse nunca: éste es un poeta filosófico. Porque la diferencia esencial entre le poeta y el filósofo no está, como se ha creído hasta ahora, en que el poeta hable con verbo rítmico, cristalino y musical, y el filósofo con palabras obstrusas, opacas y doctorales, sino en que el filósofo cree en la razón y el poeta en la locura.
El filósofo dice: Para encontrar la verdad hay que organizar el cerebro. Y el Poeta: Para encontrar la verdad hay que reventar el cerebro, hay que hacerlo explotar. La verdad está más allá de la caja de música y del gran fichero filosófico. Cuando sentimos que se rompe el cerebro y se quiebra en grito el salmo en la garganta, comenzamos a comprender. Un día averiguamos que en nuestra casa no hay ventanas. Entonces abrimos un gran boquete en la pared y nos escapamos a buscar la luz desnudos, locos y mudos, sin discurso y sin canción.Además, los poetas sabemos muy poco. Somos muy malos estudiantes, no somos inteligentes, somos holgazanes, nos gusta mucho dormir y creemos que hay un atajo escondido para llegar al saber. Y en vez de meditar como el filósofo o de investigar como los sabios, ponemos nuestros grandes problemas en el altar de los oráculos o dejamos que los resuelva aleatoriamente una moneda de diez centavos. Y decimos, por ejemplo: Puesto que no sé quién soy... que lo decida la suerte. ¿Cara o cruz?

León Felipe, Del poeta maldito (1944)

Friday, December 10, 2004

El baúl. Manuel Vicent

Dentro de un baúl con la tapa de terciopelo raído y herrajes de cobre acabo de descubrir una prueba de la existencia de Dios. Abandonado en el desván de una casa solariega, el baúl contenía un cúmulo de objetos olvidados en un desorden absoluto y al abrirlo después de tantos años me golpeó una tufarada de moho y polilla revenida. En su interior me encontré con el palacio destrozado del rey Herodes que yo ponía en el belén cuando era niño; también estaba la esterilla de cañas sobre la cual mi tío cazador extendía las frutas silvestres que traía del monte, serbas, madroños, sorollas, disputadas a los jabalíes; los hierros y las pesas de una balanza romana; una pelota de goma pinchada; los moldes de latón de las magdalenas; el fumigador de DDT para matar las moscas; una canana con cartuchos podridos y algunos tebeos, revistas, volúmenes de una enciclopedia y libros de texto del bachillerato. Uno de los libros era de religión. Cuando o abrí al azar, una tijereta escapada del lomo desencuadernado cruzó la página amarilla y de pronto se detuvo sobre un párrafo donde el autor establecía una prueba cosmológica de la existencia de Dios. Comencé a leer. En ese párrafo señalado por la tijereta antes de reemprender su fuga se decía que la existencia de Dios queda demostrada por el orden admirable que reina en el mundo. Supuse que se refería a la armonía del universo y no la orden que había dentro de aquel mundo o baúl que era una suma de cacharros inservibles. En un tiempo en que el terciopelo de ese mundo aún estaba terso y limpio como la piel de mi adolescencia, miraba las estrellas y en el misterio de su álgebra pura veía la necesidad de un Creador. No sabía que el universo está lleno de galaxias que se devoran unas a otras con una ferocidad cósmica que se refleja aquí abajo en las vísceras de los tigres y en el corazón de los asesinos. Entonces me admiraba ante los verdes valles del Edén donde se ondulaba el cereal y creía que Dios habitaba en el interior de cada grano de trigo. Frente a aquel baúl de desván que era el mundo lleno de objetos absurdos y desordenados, con el texto de religión en las manos, recordé aquella vez en que mi padre en medio de un huerto de frutales abrió una granada y quiso demostrarme la sabiduría de Dios a través del milagro de aquellos rubíes tan dulces que se alimentaban de unas membranas tan amargas. Desde entonces sólo creo en el Dios de las granadas. Y a veces también en el de los limoneros, nunca en el Dios de las galaxias.

La razón según Wojtyla

La razón según Wojtyla

Fernando Savater. El País 15-11-98

Incluso quienes somos más ariscos ante su alto magisterio tenemos que reconocer que el papa Juan Pablo II es todo un personaje o, como dicen los franceses pensando en el escenario de la Comédie, "un caractère". En este mundo de espejismos que se contagian casi instantáneamente de polo a polo, sólo merecen verdadero interés quienes no sólo se niegan a plegar sus manías a los dictados de la moda, sino que incluso logran poner de moda sus manías. Karol Wojtyla pertenece a esta raza de privilegiados, como ha demostrado popularizando mediáticamente el anticomunismo, el integrismo sexual y sobre todo la autoridad misma del Sumo Pontífice, comprometida por la campechanía de Juan XXIII y las ambivalencias hamletianas de Pablo VI. En ocasiones ha incidido en el curso de los acontecimientos históricos (favoreciendo el derrumbe de los ya íntimamente decaídos regímenes totalitarios del este de Europa) y otras veces el azar en forma de plaga mortífera de transmisión sexual ha reforzado su condena del grato libertinaje. Ahora ha decidido comprometer a la Providencia una vez más apostando por un caballo de pedigree ilustre, aunque demasiado viejo, que ya sólo logra victorias facilonas en contiendas de poca monta, pero no logra ni colocarse en los certámenes de mayor fuste. Me refiero a la filosofía. Fides et ratio, la última encíclica hasta ahora del papa Wojtyla (quizá destinada a ser la última en todos los sentidos, su testamento pastoral), está dedicada al papel de la filosofía frente al mundo actual y sobre todo dentro de lo que hoy se considera fe católica. No puede decirse que los Papas se hayan prodigado en documentos de este rango sobre la filosofía -el último ejemplo de género tan infrecuente fue Aeterni patris, firmada por León XIII en 1879, según se nos informa en la encíclica actual- y la verdad es que resulta comprensible tanta mesura porque la filosofía rara vez lleva sello de urgencia ni para los fieles creyentes ni para casi nadie. Pero a Juan Pablo II se ve que el tema le fascina. Para él, "la filosofía es como el espejo en que se refleja la cultura de los pueblos" y desde luego puede asegurarse que el hombre es "naturalmente filósofo".
De modo que la filosofía merece una encíclica, tal como en ciertas guías se nos informa de que un restaurante o un paisaje "merecen el desvío". Lo menos que podemos hacer los profesionales de este gremio imposible es intentar tomarnos tan en serio su carta pastoral como él se toma nuestra asignatura. Además puede que este aparente intempestivo acierte otra vez con la moda que viene: ¿no lo anuncian así el éxito de obras de divulgación como El mundo de Sofía, la proliferación en algunos países europeos de cafés filosóficos y hasta el éxito de sectas más o menos espiritualistas que despejan enigmas muy trascendentes por medio de unos cuantos apotegmas perentorios? A la Iglesia no deben pillarle tales indicios con el paso cambiado, como algunos se empeñan en decir que le cogió a nuestro Gobierno la tregua de ETA...
Aunque la palabra "filosofía" suele recibir usos lamentablemente degradados -"la filosofía de nuestro departamento de ventas...", "la filosofía de este canal de televisión..."-, cuando el Papa habla de filosofía se refiere a la Gran Filosofía, la que hicieron Aristóteles, Tomás de Aquino y Kant. Es más, incluso habla de una filosofía de tamaño mayor que el natural en la mayoría de los departamentos universitarios del ramo. Ya en la segunda página de su encíclica establece sin trepidar que las preguntas verdaderamente filosóficas inquieren cuestiones de no menor calibre que "¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?", aun arriesgándose a recibir como respuesta aquella gansada del humorista Pierre Dac: "Yo soy yo, vengo de mi casa y voy a volverme a ella lo más pronto posible". Dados los actuales remilgos posmodernos ante cualquier aspiración a certidumbres más ambiciosas que las de la perspectiva pragmática o el relativismo hermenéutico, no deja uno -al menos este uno que abajo firma- de sentir cierta simpatía por la cerrada defensa de la Verdad con mayúscula y redoble de timbales de que hace profesión Fides et ratio. Así como también por establecer enérgica y sensatamente que no se debe confundir la legítima reivindicación de lo específico de tal o cual pensamiento local "con la idea de que una tradición cultural deba encerrarse en su diferencia y afirmarse en su oposición a otras tradiciones, lo cual es contrario a la naturaleza misma del espíritu humano". ¡Uf, qué alivio poder coincidir por fin con el Papa en algo!
Lamentablemente, el acuerdo ya no va mucho más allá. A partir de ese momento, Wojtyla se encierra en la tradicional serie de paralogismos que convierte la reconciliación entre fe y razón en un pobre remedo de armonía porque lo que se reclama ante todo es la sumisión de la segunda a la primera. El hombre debe buscar respuesta a los misterios de la existencia, pero sólo puede hallarla en un misterio aún mayor, el de la encarnación del Verbo Divino. Hay que intentar aclarar lo oscuro acudiendo a lo que es más oscuro todavía: lo contrario revela una actitud arrogante, reduccionista, un exceso de confianza en sus propias fuerzas propio del "excesivo espíritu racionalista de algunos pensadores" (sic). La indagación filosófica está muy bien siempre que desemboque suficientemente desarmada en el acatamiento a lo que la fe ya conoce por sus propios medios: la gran Verdad siempre es "ulterior" y, por tanto, "no puede encontrar solución si no es en lo absoluto", terreno en el cual la fe se mueve con la agilidad que propicia lo ininteligible. ¿Libertad de pensamiento? Es la fe lo que permite a cada uno expresar su propia libertad porque "la libertad no se realiza en las opciones contra Dios". Eso sí, a la razón filosófica le queda la tarea importante de "ilustrar contenidos filosóficos como, por ejemplo, el lenguaje sobre Dios, las relaciones personales dentro de la Trinidad, la acción creadora de Dios en el mundo, la relación entre Dios y el hombre, y la identidad de Cristo, que es verdadero Dios y verdadero hombre". Al acometer esas empresas y otras no menores debe evitar caer en vicios como el "historicismo, el modernismo, el cientificismo, el pragmatismo, el nihilismo y la posmodernidad". Puestas así las cosas, ¿no sería mejor limitarnos a preguntar al párroco para no equivocarnos?
Pongamos un ejemplo histórico de tal error: cuando en 1790 la Asamblea de la Francia revolucionaria proclamó los principios filosóficos de la Declaración de Derechos del Hombre fue explícitamente condenada por Pío VI (10 de marzo y 13 de abril de 1791), ya que "el poder no deriva de un contrato social, sino de Dios mismo, garante del Bien y de lo Justo". ¿Ven cómo más vale no salirse de los caminos trillados y preguntar directamente al Papa, aunque, como en el caso de los derechos humanos, haya tardado un par de siglos en conceder el nihil obstat?
La aseveración de Fides et ratio que necesita más fe y menos razón para ser aceptada aparece en la página 20: "La historia es el lugar donde podemos constatar la acción de Dios en favor de la humanidad". De la Naturaleza no se habla, pero cabe, en cambio, suponer que una observación como ésta de John Stuart Mill -"ni siquiera en la más distorsionada y amañada teoría del bien que jamás haya podido ser concebida por el fanatismo religioso o filosófico puede hacerse que la Naturaleza tenga semejanza con la obra de un Ser a la vez bueno y omnipotente"-, por mucha razón que parezca tener y que el huracán Mitch le conceda, carece de la fe necesaria como para ser mínimamente aceptable. De modo que no, a fin de cuentas tampoco Juan Pablo II es el influyente amigo de la filosofía por el que los miembros del gremio esperamos suspirando. Me temo que seguimos tan solos como antes

¿Cuál es el objeto de la encíclica "Fides et Ratio"
¿En qué consiste la armonía entre fe y razón según el Papa?
¿Qué tarea se reserva a la filosofía en esta concepción?
¿Porqué menciona Savater la condena papal a la Declaración de Derechos del Hombre?
Aclara el sentido de la afirmación de John Stuart Mill.

El papa-filósofo

El Papa-filósofo

P AOLO FLORES D'ARCAIS

Hubo un tiempo en que existió el Papa-Rey. Posteriormente, el 2O de septiembre de 1870, los soldados del ejército italiano entraron en Roma por la Porta Pia y pusieron fin al poder temporal de los papas.

Hoy ya no existe el Papa-Rey, pero, en compensación, existe el Papa-filósofo. De hecho, la Última encíclica dé Karol Wojtyla, Fides et Ratio (La fe y la razón), a pesar de estar dirigida oficialmente, como todas las encíclicas, a los "Venerables Hermanos en el Episcopado", en realidad –y explícitamente- se dirige a todos los “filósofos" cristianos o no" (§56), justamente
porque "a menudo el pensamiento filosófico es el Único ámbito de entendimiento y de diálogo con quienes no comparten nuestra fe" (§ 104). Así pues, se trata de una confrontación entre filósofos.

En efecto, por lo menos en el vocabulario, la reina de esta encíclica es la filosofía: "El hombre es naturalmente filósofo" (§64), porque es "aquel que busca la verdad" (§ 28), Y la Iglesia "ve en la filosofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia del hombre" (§ 5). De hecho, la filosofía constituye "la Última instancia de unificación del saber y de los actos humanos" (§ 82), y sólo "la argumentación elaborada siguiendo rigurosos criterios racionales es garantía para lograr resultados universalmente válidos" (§ 75). Inmanuel Kant, con su "! sapere aude!", no podía aspirar a más. El del conocimiento" es un camino que no tiene descanso" (§18) y que debe avanzar "a la luz de la razón según sus propios principios y metodologías específicas" (§ 49).

Aparentemente estamos frente a un elogio ditirámbico de la autonomía de la razón, al que, sin embargo, se le da la vuelta inmediatamente después, contra toda lógica. Así, Juan Pablo II escribe que "una filosofía aislada y absolutamente autónoma en relación con los contenidos de la fe" (§ 45) "constituye la reivindicación de una autosuficiencia del pensamiento que se revela claramente ilegítima" (§75). ¿Por qué ilegítima? ¿Según el tribunal de la razón o según el tribunal del Santo Oficio? ¿Qué sentido tiene remachar en cada línea que la filosofía debe ser autónoma (de lo contrario es inútil y superflua) y, sin embargo, reafirmar que "el Magisterio eclesiástico puede y debe ejercer con autoridad, a la luz de la fe, su propio discernimiento crítico en relación con las filosofías y las afirmaciones que se contraponen a la doctrina cristiana"? (§ 50). ¿Y sacar la conclusión de que "es deseable que los teólogos y los filósofos se dejen guiar por la Única autoridad de la verdad, de modo que se pueda elaborar una filosofía en consonancia con la Palabra de Dios"? (§ 79).

Está claro que la pretensión del Papa de constituir "la Única autoridad de la verdad" no es nada escandalosa. Lo sorprendente seria lo contrario. Un Papa de la duda seria, de hecho, un oxímoron inédito. Sin embargo, es bastante sostenible la voluntad del Papa de ser al mismo tiempo Pastor fidei y filósofo de la razón autónoma. La verdad es que Karol Wojtyla no anima la filosofía sino que la condena. Prácticamente en todas sus manifestaciones –sellada contradictoriamente como “ilegítima”- se remonta de hecho bastante atrás en el tiempo y prosigue hasta hoy: "A partir de la baja Edad Media, la legítima distinción entre los dos saberes [filosofía y teología] se transformó progresivamente en una nefasta separación" (§ 45).

Por tanto, la autonomía de la razón es necesaria, pero no debe ser absoluta. Sin embargo, a una autonomía condicionada se la llama, más simplemente, anomalía. Si las conclusiones a las que llega la razón no pueden diferir nunca de las establecidas por la fe es inútil hablar de colaboración según una autonomía recíproca. Así, "la fe y la razón" serán "las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad" (incipit de la encíclica), pero, en realidad, la segunda debe obedecer a la primera como su fiel y servicial criada.

En estas circunstancias es evidente que, aun hoy en día, la única filosofía que para el Papa tiene un "valor incomparable" es la de santo Tomás (§57). Y que el catálogo del anatema da un giro de 360 grados: idealismo, humanismo ateo, positivismo, racionalismo, nihilismo (§46), eclecticismo, modernismo, historicismo, cientificismo, pragmatismo y, de nuevo, nihilismo (§ 86-90). ¿Qué queda de la filosofía en este nuevo Sílabo?

Esta orgía de contradicciones es absolutamente insostenible desde el punto de vista lógico, pero, no obstante, tiene sentido. Juan Pablo II ve justo en la "crisis del sentido" la debilidad de toda la filosofía moderna, cuyos criterios de "verdad" ya no pueden hallar una certeza que dé sentido a la existencia. Por el contrarío, pretende proponer una "verdad" que satisfaga al hombre contemporáneo, que está en poder de la duda y también está huérfano de las "grandes narraciones" ideológicas.

Es una operación ciertamente plausible, que podrá tener algunos éxitos marginales, pero que no tiene que ver con ninguna búsqueda filosófica. No es por casualidad que el anatema del Papa no afecta a las corrientes hermenéuticas de la filosofía, es decir, a aquella filosofía heidegeriana y posheideggeriana en la que la religión podría encontrar un aliado contra la tradición iluminista y su herencia.

Pero se trataría de una religión "débil", de un cristianismo sin Iglesia ni jerarquía, bastante más protestante (y otras cosas) que católico. Y que encontrada la competencia de las nuevas formas de renacimiento de lo sagrado en Occidente, desde el budismo a la new age y al auge de las sectas. Lo que quiere el Papa es la Verdad con mayúscula, una e indivisible, que tenga en el trono de Pedro el único hermeneuta autorizado. Sin embargo, de ese modo, la nueva estación de integrismo dogmático con la que Wojtyla abrió su pontificado y ha cerrado el milenio se parece más a un sucedáneo de ideología, con sus ritos y obediencias, que a un retorno a un impulso religioso auténtico,

De hecho, el Papa articula su "demostración" más sobre el deseo humano que sobre la razón humana o sobre la pascaliana e irracional “apuesta” de la fe. Búsqueda de la verdad y necesidad de sentido se confunden e intercambian subrepticiamente. "La sed de verdad está tan arraigada en el corazón del hombre que tener que prescindir de ella comprometería la existencia" (§29), y dicha sed se articula en las "preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo ya dónde voy?, ¿por qué existe el mal?, ¿qué será de nosotros después de esta vida? (§ 1). Pero esta necesidad estructural e irrenunciable de preguntarse por el sentido se convierte luego en la necesidad de poder encontrar una respuesta cierta y definitiva a esa pregunta.

"No se puede pensar que una búsqueda tan profundamente enraizada en la naturaleza humana sea totalmente inútil y vana. La capacidad misma de buscar la verdad y de plantear preguntas implica ya una primera respuesta" (§ 29), que después se entenderá en realidad como respuesta última y definitiva. ¿Por qué? Una necesidad sigue siendo siempre una necesidad, no implica de por sí –lógicamente- su satisfacción. Si no fuese así, no existiría ni habría existido nunca el problema del hambre en el mundo. Ni ningún otro problema, a decir verdad. Deseo y realización sólo se corresponden en el "pensamiento" infantil La sustitución del principio de placer por el principio de realidad es el mecanismo ordinario, aunque dolorosísimo, por medio del cual se realiza la llegada al mundo del hombre desde el punto de vista no sólo biológico, sino efectivo. La lógica del deseo es, en cambio, la lógica de una ilusión, como dejó tantas claro tantas veces Sigmund Freud.

Si la pregunta lleva implícita la respuesta, ya no se trata de una respuesta genuina, sino presupuesta y prefabricada. Y la búsqueda de la verdad, que, por su propia naturaleza, está dominada por la duda y en cuyos logros no tienen cabida los prejuicios, deja paso a la mera "reflexión sobre la verdad" (§6), cuyos contenidos ya fueron adquiridos a través de la revelación. Por ello, la filosofía será una simple glosa marginal de la fe, una homilía "racional".
y el Papa podrá dictaminar que estar "fuera de la verdad revelada" equivale a estar "fuera de la verdad pura y simple" (§ 73).

Todo ello tiene implicaciones nefastas para lo que se refiere a la democracia. "Las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia" no sólo son juzgadas como inmorales, lo cual,
viniendo del Papa, sería tanto legítimo como obvio, sino que se declaran "totalmente privadas de auténtica validez jurídica" (Evangelium vitae, §72), y un Parlamento elegido democráticamente, pero que las aprobase, dejaría de ser democrático y marcharía "por la senda de un totalitarismo sustancial" (ídem, § 20). Pero si el Papa tiene derecho a decidir lo que deben establecer las leyes, frente a, y en sustitución de, un Parlamento elegido democráticamente, esto quiere decir que las pretensiones clericales de ejercer un poder secular siguen siendo, de forma muy sutil, esenciales para el dogmatismo católico. La diferencia con la pretensión fundamental según la cual "el Corán es nuestra constitución" no es, pues, tan abismal. Por otra parte, ¿no ha hablado Karol Wojtyla tantas veces del aborto como del "genocidio de nuestra época", poniéndolo al mismo nivel que el Holocausto, y sugiriendo con ello la equivalencia moral entre la mujer que aborta y el miembro de las SS que empuja al niño judío dentro del horno crematorio?

Paolo Flores d'Arcais es filósofo, autor de Etica senza fede (Einaudi, 1992), y director de la revista MicroMega.

Wednesday, December 08, 2004

La derrota del socioliberalismo en EEUU. Vicenç Navarro

miércoles, 8 de diciembre 2004

La derrota del socioliberalismo en EEUU. Por Vicenç Navarro El País 08/12/04

Los resultados de las elecciones estadounidenses han sorprendido a la mayoría de los medios de información europeos. ¿Cómo puede ser -éstos se preguntan- que un presidente, como el presidente Bush, que inició una guerra en Irak, basada en una serie de supuestos erróneos, falsamente presentados a la ciudadanía estadounidense y que ha conducido al mundo a una situación mucho más insegura que antes de que ocurriera la invasión de Irak, haya sido reelegido?
A esta pregunta, las centro-izquierdas e izquierdas europeas han añadido otras que traducen también una sorpresa de que uno de los presidentes de EE UU que ha seguido políticas domésticas más regresivas haya sido reelegido por una mayoría que incluye sectores importantes de la clase trabajadora y de las clases populares (un 41% de sindicalistas votaron al presidente Bush).
Para responder a estas preguntas hay que entender el sistema político estadounidense, que permite sólo un bipartidismo (imposibilitando el establecimiento a nivel nacional de un tercer partido), y la evolución que estos dos partidos, el Demócrata y el Republicano, han experimentado en los últimos veinte años. El Partido Demócrata estaba identificado hasta los años setenta con el establecimiento y defensa del Estado de bienestar de EE UU, creado por el presidente Franklin Roosevelt con el New Deal. Este partido, sin embargo, se ha ido derechizando más y más, diluyendo su compromiso histórico con la expansión del muy insuficiente Estado de bienestar estadounidense, abandonando, por ejemplo, la propuesta de universalizar la cobertura sanitaria a toda la población estadounidense; 44 millones de estadounidenses no tienen ninguna cobertura sanitaria.
Y, según el prestigioso (y conservador) Institute of Medicine, aproximadamente 30.000 personas mueren al año por falta de atención médica, número considerado excesivamente bajo por el profesor David Himmelstein, de la Universidad de Harvard, que calcula un número mucho mayor, alrededor de 80.000 muertos. Durante el Gobierno de Bush, el número de personas sin cobertura sanitaria aumentó un millón al año.
Pero el problema no se limita sólo a los que no tienen cobertura sanitaria, sino que incluye a los que tienen cobertura sanitaria insuficiente y que representan casi el 48% de la población. A pesar de estos déficit crecientes, las plataformas del Partido Demócrata del año 2000 y de este año eliminaron el compromiso de universalizar los servicios sanitarios, que había existido en todas las plataformas de tal partido desde tiempos del presidente Truman.
En su lugar, Kerry se comprometió a expandir los programas de carácter asistencial, facilitando la expansión del aseguramiento sanitario privado a base de desgravaciones fiscales. Las compañías de seguros, por cierto, se han convertido en una de las fuentes de financiación del Partido Demócrata. Este distanciamiento del Partido Demócrata hacia la universalización de la sanidad ha ido acompañado con otros dos cambios: uno, resultado de la enorme influencia del capital financiero, Wall Street, en el equipo económico de aquel partido, ha sido el compromiso de eliminar el déficit del presupuesto federal a base de la reducción del crecimiento del gasto social. Este compromiso, iniciado ya por el presidente Clinton, ha revertido en una práctica del Partido Demócrata de utilización de los déficit presupuestarios como medida facilitadora de políticas públicas expansivas de gasto público.
Hoy es al revés, el Partido Republicano es el que utiliza el déficit fiscal y el gasto público (militar) como mecanismo de estímulo del crecimiento económico, mientras que el Partido Demócrata es el gran defensor del equilibrio presupuestario (a la vez que apoya la reducción general de los impuestos, excepto los de los sectores de la población más pudiente).
El otro cambio del Partido Demócrata que ha significado también una reversión con sus prácticas anteriores han sido sus propuestas de liberalizar el comercio internacional y desregular los mercados de capitales, que fue iniciado también por el presidente Clinton, con su aprobación del tratado de libre comercio entre EE UU, Canadá y México (NAFTA), con la oposición de los sindicatos, que habían condicionado su apoyo a tal tratado a que se incrementara el salario mínimo mexicano (a fin de reducir el salario diferencial entre México y EE UU) y se mejoraran las normativas ocupacionales y ambientales; unas condiciones que el presidente Clinton no aceptó y que fueron la causa de la gran abstención de las bases del Partido Demócrata (los sindicatos y los movimientos sociales, como el de las minorías, y el movimiento ecológico) en las elecciones de 1994, lo que hizo que tal Partido perdiera el control del Congreso.
Hoy, paradójicamente, es el Partido Republicano el que apoya medidas proteccionistas en sectores como la industria del acero, de gran importancia en los Estados industriales. Tal como señaló Tim Weiner, de The New York Times (27-XII-03), el "NAFTA ha empeorado en lugar de mejorar la situación de los trabajadores de México y de EE UU. Los salarios han empeorado y la pobreza ha aumentado. Libre comercio no es lo que se dice. A no ser que se invierta en infraestructura y capital humano, el libre comercio per se no mejora la situación de un país. La puede empeorar". Tales decisiones -el abandono de su compromiso de universalizar la sanidad, el equilibrio del presupuesto federal, y la liberalización de las relaciones económicas, financieras y mercantiles, entre otros- han ido transformando el Partido Demócrata de ser un partido con semejanzas a la socialdemocracia continental europea a un partido liberal, que intenta conservar una sensibilidad social; esto explica que se le defina como un partido socioliberal, que ha ido desmovilizando al electorado demócrata, que se ha ido absteniendo al percibir a la dirección de tal partido como excesivamente influenciada por lobbies económicos y financieros, con escasa sensibilidad para los problemas cotidianos de las clases populares (la mayoría de las cuales se abstiene) y que se presenta sin un proyecto reformista movilizador; aspirando sólo a gestionar mejor los problemas existentes (desde Irak hasta los déficit sociales) sin resolverlos incidiendo en sus causas.
Las bases del partido, sin embargo, se movilizaron, a pesar de Kerry, por su deseo de parar a Bush. Hubo más votantes a Kerry que justificaron su voto en base a parar a Bush que a apoyar a Kerry. Esta movilización, sin embargo, no fue suficiente para equilibrar otra movilización populista (mucho mayor) por parte de las fuerzas conservadoras, detrás de las cuales estaban las iglesias e instituciones religiosas que, presentándose como defensoras de la moralidad del país, acusaron a la dirección del Partido Demócrata de ser un grupo elitista que apoyaba medidas que amenazaban "la fibra moral del país".
Es más, durante estos años de Gobierno, Bush ha reforzado al Partido Republicano, estimulando un sentido de militancia altamente motivado por su mensaje religioso y nacionalista, muy movilizador entre sectores amplios de las clases populares. Este fundamentalismo religioso, junto con la identificación de Bush como el jefe del Estado (y de sus fuerzas armadas) en tiempo de guerra en contra del terrorismo, tuvo una enorme capacidad de movilización, explicando que amplios sectores de las clases populares apoyaran a Bush en contra de sus intereses de clase, afectados negativamente por las políticas de éste.
Como siempre, las fuerzas conservadoras utilizaron tanto el nacionalismo como la religión para movilizar alianzas multiclasistas, responsables de la victoria de Bush. Frente a tal proyecto movilizador, el socioliberalismo carecía de un proyecto ideológico alternativo y movilizador, carencia que fue responsable de su derrota. Lo que está ocurriendo en el Partido Demócrata es, en realidad, muy semejante a lo que ocurre en muchos partidos socialdemócratas en Europa, que están adoptando políticas más y más cercanas al socioliberalismo, que desmovilizan a sus bases, que se abstienen o transfieren su apoyo a movimientos populistas chovinistas y ultranacionalistas. Es un gran error para sectores de las fuerzas progresistas tomar al Partido Demócrata (que hoy se ha convertido en un partido minoritario en EE UU) como un punto de referencia. Lo que las fuerzas progresistas deberían hacer es mantener y expandir la Europa social desarrollando un modelo alternativo al estadounidense, que tanto en su versión conservadora como en su versión socioliberal ha mostrado sus enormes insuficiencias.

El superdotado: ¿nace o se hace?

lunes, 6 de diciembre 2004

Cómo se transmite la inteligencia

El superdotado ¿nace o se hace?

Por Gloria Garrido
El Semanal 06/12/04

Que hay unas personas más listas que otras es un hecho. Como también lo es que nuestras capacidades dependen tanto de los genes como del entorno en el que nos criamos. Pero, ¿en qué medida lo hacen?

Un bebé descubre cómo llevarse la cuchara a la boca, un ama de casa consigue ahorrar con un sueldo exiguo, un biólogo halla el modo de combatir una epidemia… Aunque algunas puedan parecer banales, todas estas acciones han requerido del uso de la inteligencia para llevarlas a cabo.

Definida generalmente como la capacidad de razonar, prever y resolver nuevos problemas, pensar en abstracto, aprender y aprovechar la experiencia, esta facultad humana se torna escurridiza al intentar medirla o establecer exactamente en qué proporción obedece a la herencia genética o a los estímulos externos que padres, profesores y medio ambiente proporcionan. Y no es fácil decirlo, porque, en primer lugar, si bien existe un factor general (FG) común a las personas perspicaces que las hace anticipar soluciones a problemas antes que otros, esta aptitud no es la única que denota inteligencia.

Psicólogos expertos en el estudio de los procesos intelectuales, como L. L. Thurstone o Howard Gardner, han descrito la estructura de la inteligencia como un mosaico de diferentes facultades mentales independientes entre sí y que todo el mundo posee en menor o mayor grado. Existen como mínimo siete tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, espacial, cinestésica, musical, interpersonal e intrapersonal, una lista a la que podrían añadirse las inteligencias emocional, práctica o intuitiva.

La clasificación factorial hace imposible decir si un individuo es más inteligente que otro. ¿Más inteligente en qué? Y si bien los tests psicológicos siguen averiguando el cociente intelectual (CI) de individuos y poblaciones, en la actualidad están enfocados a detectar también el grado de todas esas habilidades mentales.

Las mayores discrepancias surgen a la hora de concretar si el talento es hereditario o si disminuye o aumenta según la clase social a la que se pertenece. En la actualidad, nadie discute que ambos factores, el genético y el ambiental, influyen en el desarrollo intelectual, pero queda por determinar en qué proporción.

La teoría hereditaria sirvió, durante el siglo pasado, como caldo de cultivo para corrientes de pensamiento racistas y eugenésicas como el nazismo. Los estadounidenses Arthur Jensen, Richard J. Hernstein y Charles Murray no sólo aseguraron que la inteligencia es heredable en un 60 por ciento, sino que además las desigualdades sociales en el cociente intelectual medio entre negros y blancos podían deberse, en parte, a diferencias genéticas: el cociente intelectual de los negros sería, según sus cálculos, claramente inferior; de ahí su poco éxito social y su índice de criminalidad.

En el otro extremo se alzan voces como la del paleontólogo Stephen J. Gould, autor de La falsa medida del hombre, que estima que «la idea de que la inteligencia pueda ser una cosa única, hereditaria y mensurable es un absurdo peligroso». O la de Howard Gardner, profesor de la Universidad de Harvard y autor de la Teoría de las inteligencias múltiples, según el cual «esta facultad no es algo que está dentro del individuo, sino que es el resultado de la interacción de la persona con el ambiente que le rodea».

Los últimos avances en genética nos permiten saber que numerosas conductas humanas y la capacidad del pensamiento abstracto son genéticamente heredables en un tanto por ciento que oscila entre el 0,28 y el 0,44. ¿Quiere esto decir que de nada sirve gastar miles de millones en la educación de personas torpes pues todo está escrito en el ADN? En absoluto.

Robert Plomin, especialista británico que en 1997 anunció haber descubierto en el cromosoma 6 humano el gen IGF2R, conocido como el de la inteligencia, es el primero en asegurar que «los mismos datos que apoyan el efecto de los genes en el comportamiento sirven para certificar el gran peso de los factores no genéticos y ambientales». De hecho, la moderna genética de la conducta estudia las diferencias cognitivas entre individuos tanto desde la influencia genética como desde la educación y las condiciones ambientales.

El reto para la ciencia es establecer la relación entre ambas. ¿Cuánto genio innato hace falta para vencer un ambiente hostil y cuánto medio hostil hace falta para vencer a un genio? Esta relación entre herencia y medio es la que está pendiente de esclarecerse.

Lo otro de la religión. Reyes Mate

miércoles, 8 de diciembre 2004

Lo otro de la religión

Por Reyes MateEl País0 8/12/04

Primero fue el divorcio, luego la guerra de catecismos, el aborto, y ahora el matrimonio de homosexuales: la Iglesia católica se hace noticia en declaraciones beligerantes contra el gobierno de turno que no tendrían mayor importancia si no fuera porque son leídas como recelos contra la democracia.
Después de tantos años no parece que se haya avanzado en algo tan elemental como que, en una sociedad plural, la moral de la convivencia tiene que ser laica, es decir, neutra desde el punto de vista religioso. El catolicismo y la laicidad tienen tras de sí una larga historia de confrontación, teñida de sangre por uno y otro lado. A los librepensadores tempranos les ocurrió la misma suerte que a los clérigos durante la revolución: pagaron con su vida por no marchar al paso del tiempo.
La famosa homilía del cardenal Tarancón, cuando la coronación del rey Juan Carlos, simboliza la reconciliación de la Iglesia católica española con la versión política de la laicidad, es decir, con la democracia, pero ni entonces ni ahora estuvo dispuesta a conceder que esa laicidad también afecta a los valores públicos que deben regir la convivencia. Esto explicaría las citas periódicas de la Iglesia contra el poder cada vez que éste se adentra en la legislación de asuntos morales con un talante no confesional. Este enzarzamiento puede tener resultados fatídicos para la religión y no, como piensan los obispos, porque cada nueva conquista laica suponga un retroceso de la influencia católica, sino porque los defensores de valores religiosos, obsesionados en una guerra perdida -la autonomía en el orden moral y el político no tienen vuelta de hoja-, no son capaces de ver el lugar en que hoy más que nunca se está haciendo visible el interés por la religión. No me refiero a esa "vuelta de lo religioso" que se produce cada vez que alguien proclama muy alto lo de la "muerte de Dios", proclama que queda inmediatamente desautorizada con fenómenos como, por ejemplo, los fundamentalismos cristianos a lo Bush o islámicos a lo Bin Laden, sino a la percepción de que todo el programa de secularización o de laicización no ha podido disolver el núcleo de lo religioso que unos llaman "lo humanamente divino" y otros "lo absoluto terrestre".
Ese núcleo irreductible a la autonomía del hombre tiene que ver con la persistencia de valores absolutos por los que uno está dispuesto a morir, es decir, a sacrificar la propia autonomía. ¿Cómo explicarse la autoridad de estos valores superiores a la vida?, se preguntaba recientemente el periódico Le Monde, a propósito de un intenso debate que mantienen dos filósofos franceses, agnósticos por más señas, el politólogo Marcel Gauchet y el ex ministro de educación Luc Ferry.
Los dos acuerdan que esa persistencia de un valor absoluto es una herencia de la religión y el debate que se traen entre manos es sobre si hay que reconocer una estructura religiosa del hombre o bien se trata de un exceso histórico que el hombre adulto puede metabolizar en algo natural. Aquí lo religioso no viene de la mano de la religión o de las iglesias, sino del propio hombre. Si se discute tan apasionadamente en lugares laicos no es porque se juegue en ello el prestigio o el lugar de las iglesias o del mismo Dios, sino del hombre. El hombre, por muy autónomo que sea, y la política, por muy democrática que quiera ser, tienen carencias tan importantes como no poder fabricar valores, sino sólo recibirlos. Como dice Gauchet, "la autonomía es la fabricación de leyes que están al servicio de los valores", pero no crea valores tan democráticos como la libertad, la igualdad o la fraternidad. Ésos ya estaban allí y de ellos hablaban las religiones.
Atrás queda la ingenuidad de tantos laicistas que ven la solución del problema de la religión en su relegación a la sacristía. La consigna ilustrada de "la religión es un asunto privado" sigue siendo válida en un punto -el más decisivo, por cierto-; a saber, que la legitimación del poder político está en el pueblo y no en Dios, pero la religión sigue teniendo algo que decir en dos puntos cruciales del hombre moderno: en el tipo de hombre que queremos ser y en si es posible construir otro mundo.
Cuando escritores alemanes como Enzensberger, Walzer o Sloterdijk abogan por acabar con el humanismo que hemos heredado porque ha hecho infeliz al hombre, cargándole con el peso de la responsabilidad por el mal en el mundo, están pensando en dar carpetazo a los derechos humanos, considerados "último resto de la cultura cristiana".
Mantener al tipo de hombre que hemos conocido, ése que se pregunta alguna vez en la vida qué debo hacer, qué puedo conocer o qué me cabe esperar; ese hombre, el mismo que frente a las víctimas de Auschwitz reconoce que tiene que hacerse cargo del daño que causa el hombre, ese tipo de hombre no puede pensarse, ni seguramente mantenerse, al margen de lo religioso. Al menos, deberíamos discutirlo por si acaso. Pero no sólo lo religioso juega un papel en el orden antropológico; también en el político. No, por supuesto, en el orden de las leyes de la política, pero sí en el de los valores que le dan contenido. No es ajeno a este convencimiento el hecho verdaderamente sorprendente de la proliferación de libros políticos, no teológicos, sobre Pablo de Tarso: el del francés Badiou, el del italiano Agamben, el del alemán Taubes o los escritos del checo Zizec.
Consideran a Pablo el fundador del cristianismo y, por tanto, referencia obligada para la comprensión de Occidente. A la vista de la facilidad con que países occidentales traducen valores universales de los que son portadores -derechos humanos o democracia, hoy; cristianismo, ayer- por imposiciones violentas, véase Irak, hay pensadores que se vuelven hacia una especie de depósito inagotable de sentido, como es la tradición judeocristiana, para repensar una universalidad que no sea excluyente, una tradición en la que el forastero no sea el bárbaro, sino alguien "como de casa".
Y ahí está Pablo, judío de origen, que da forma a un nuevo pueblo elegido, el cristiano, pero que sabe muy bien que el nuevo pueblo lo debe todo a la parte que queda fuera, al pueblo judío. Colocar lo excluido en el centro de gravedad de una política o de una ética es la única manera de pensar un todo sin exclusiones. También se le hacen preguntas sobre la relación entre conservación y revolución o entre libertad y ley. Como se puede colegir, lo que está en juego es algo másque una benevolente cultura religiosa que permita a las nuevas generaciones comprender El entierro del conde Orgaz o La divina comedia. Se trata de saber si para defender un tipo de hombre o la posibilidad de otro mundo, la religión es o no relevante.
La respuesta a esta pregunta no la puede dar un gobierno, ni depende de decisiones parlamentarias, ni será el resultado de unas negociaciones entre el presidente Zapatero y el cardenal Rouco. La respuesta consistirá en argumentos concretos y la dará quien los tenga. Lo que no se alcanza a comprender es que quienes más saben de religión -las iglesias- sean quienes menos aportan a esta tarea, y quienes más se ocupan del hombre por el hombre -los hijos del siglo, como dice Benjamin- den por cerrada esta cantera de significaciones.
Parece que los españoles estamos condenados en asuntos de religión, como decía aquel obispo, a no librarnos del palo: por detrás, arreando; o, por delante, mandando. Pero cabe imaginar las cosas de otro modo.
El filósofo alemán Jürgen Habermas, poco sospechoso de veleidades mistificantes, escribió una vez lo siguiente: ’Nuestros modernos conceptos de vida auténtica, de autonomía, de socialización e individualización, de tiempo e historicidad, de finitud y emancipación, de éxito y fracaso, de praxis política, dignidad humana, etcétera, en absoluto son conceptos griegos, sino que se deben más a la tradición judeocristiana que a la filosófica’. Está hablando de esos famosos valores ’occidentales’ -que vienen de Oriente- y que ciertamente defienden quienes de momento andan entretenidos en que si galgos o podencos a propósito del matrimonio gay.

Tuesday, December 07, 2004

Por el lenguaje, que puede simular sabiduría

"El descubrimiento del alfabeto creará el olvido en el espíritu de los que lo aprenden, porque no usarán su memoria; confiarán en los caracteres escritos externos y no se acordarán de sí mismos... No les dais a vuestros discípulos la verdad, sino sólo la apariencia de la verdad; serán héroes de muchas cosas y no habrán aprendido nada; parecerán omniscientes y generalmente no sabrán nada." (Platón, Fedro)

Monday, December 06, 2004

Ocho razones por las que hay hambre en el mundo

Unos 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, la misma cantidad que los que padecen obesidadOcho razones por las que hay hambre en el mundo
¿Qué pasa? Guerras, catástrofes naturales y corrupción tienen mucho que ver. Pero hay un factor clave que pasa inadvertido para muchos: el comercio injusto, los países ricos bloquean a los pobres con sus productos. La ONG Intermón Oxfam, con la ayuda de famosos como Antonio Banderas o Michael Stipe, ha puesto en marcha una campaña internacional por unas reglas más justas de comercio.
Por John Carlin El País0 6/12/04

En alguna parte de El País de hoy, como en otros periódicos a lo largo y ancho de Europa y Estados Unidos, habrá algún artículo, algún anuncio sobre las grandes obsesiones dietéticas de los hombres y mujeres de los países ricos: ¿cómo adelgazar?, ¿cómo hacer para no comer tanto?
Mientras muchos de nosotros venderíamos nuestras almas por conseguir la pastillita mágica que nos permitiera hartarnos de churros, chorizo y huevos fritos sin aumentar de peso, y (claro) sin incrementar los niveles de colesterol, hay 800 millones de personas en el mundo que se van a la cama todas las noches con hambre. Y hay más de 800 millones que tienen sobrepeso o padecen obesidad, según el Worldwatch Institute de Washington, un organismo que se dedica meticulosamente a acumular esta clase de datos.
Más estadísticas, todas de Naciones Unidas: cada cinco segundos muere un niño de hambre; uno de cada cinco niños en Estados Unidos es peligrosamente obeso; 10 millones de personas mueren cada año debido al hambre o las enfermedades que provocan y acentúan la malnutrición; el mundo produce comida más que suficiente para todos los seres humanos; el presupuesto total mundial que dan los Gobiernos de los países ricos para el desarrollo de los países pobres es de 50.000 millones de dólares al año; el presupuesto de Estados Unidos para la guerra en Irak (según cifras oficiales de ese país) hasta la fecha ya duplica esa cantidad.
El hambre, que mata directa o indirectamente a nueve veces más personas cada día de las que murieron en las Torres Gemelas de Nueva York, es la manifestación más extrema posible de la pobreza, del fracaso humano. Reducir la cifra de gente hambrienta en el mundo a la mitad ha sido identificado como una prioridad dentro de los Objetivos Milenio de Naciones Unidas para los próximos 10 años.
Aparte de organizaciones pertenecientes a la ONU, hay 1.200 ONG comprometidas con este esfuerzo. Con el objetivo de establecer por qué hay tanta hambre en el mundo, EPS ha sondeado las opiniones de representantes de la ONU, especialmente del Programa Mundial de Alimentos; de ONG, entre ellos Ignasi Carreras, director general de Intermón Oxfam; de académicos especialistas en el tema; y de expertos de todo tipo –de médicos a banqueros– en África, el continente donde el hambre es más endémica y devastadora.
No todos estaban de acuerdo en todo, pero en lo que hubo consenso fue en que la respuesta a la pregunta era más compleja y diversa de lo que podría pensar gente que no ha profundizado en el tema. Aquí, en una síntesis de la información recopilada, hay ocho razones por las cuales tantas personas en los países pobres se mueren de hambre al mismo tiempo que tantas en los países ricos se mueren de tanto comer.
01. La incompetencia o corrupción de los Gobiernos de los países más pobres
El ejemplo más caricaturesco lo da Guinea Ecuatorial, donde el presidente y su familia se han beneficiado con una extravagancia faraónica del descubrimiento de grandes yacimientos petrolíferos sin pensar ni un segundo en el 90% de la población que sufre hambre y abandono. Mientras el hijo del presidente ocupa suites en los hoteles más lujosos de Los Ángeles y París, y derrocha dinero comprando trajes en Rodeo Drive y la Rue Faubourg Saint Honoré, los ingresos medios de los habitantes que no son familia o amigos del presidente permanecen por debajo de un euro al día.
En Angola, donde no sólo hay petróleo sino una extensa riqueza mineral, una larguísima guerra civil terminó hace dos años, pero los gastos militares no han disminuido: siguen acaparando un 30% del presupuesto gubernamental. En Nicaragua, donde la mitad de la población vive en condiciones de pobreza extrema, el 85% de la deuda externa ha sido condonada en los dos últimos años, pero todavía no hay señal de que haya subido el presupuesto, por ejemplo, para la educación. La prueba más contundente de lo devastadores que son los Gobiernos malos con políticas ineptas se ve en el hecho de que las dos hambrunas más grandes del siglo XX ocurrieron en Ucrania, en tiempos de Stalin, y en China, en tiempos de Mao. (“¡Ideologías que despueblan el mundo!”, se lamenta el personaje Herzog, del novelista Saul Bellow).
Ni Stalin ni Mao perdieron el poder como consecuencia de los millones de personas que murieron entonces. Ni siquiera vieron su poder diluido. Lo mismo ocurre hoy en muchos de los países donde la gente come mucho menos de lo que podría si los Gobiernos se interesaran más por su bienestar. El hambre, incluso a nivel masivo, no conlleva un coste político. Quizá un dictador africano considere sensato abastecer de alimentos a la población urbana, al menos de la capital, con la única intención de mantener el orden público. Pero si los habitantes de las zonas rurales más aisladas sufren malnutrición, ¿qué importa?
Por eso el premio Nobel Amartya Sen, economista hindú de la Universidad de Oxford, argumenta en su libro Desarrollo y libertad que existe un vínculo muy claro entre tiranía y hambre, democracia y prosperidad. En las democracias, escribe Sen, no hay hambruna. “Los gobernantes autoritarios, que pocas veces pasan hambre (u otras calamidades económicas), no tienen el incentivo para tomar el tipo de medidas necesarias para que las hambrunas se prevengan”.
En las democracias, en cambio, los Gobiernos sí tienen un fuerte incentivo para mostrarse responsables ante las necesidades más elementales del electorado: si no lo son, la próxima vez que la gente vote es probable que pierdan el poder.
02. La poca fe de los grandes países capitalistas en el libre mercado
Al menos a la hora de comerciar con productos agrícolas. Uno de los grandes escándalos a nivel mundial, uno que todos reconocen pero pocos de los que podrían hacer algo al respecto abordan con la necesaria seriedad, es el de los subsidios que los agricultores de Estados Unidos y Europa reciben de sus Gobiernos. Las reglas del comercio internacional son tan injustas que si los mismos principios se aplicaran en un partido de fútbol se provocarían disturbios.
Es como si el arbitro en un Francia-Burkina Faso hubiese sido pagado por los franceses para asegurarles que todos los goles del equipo africano serían anulados, y, por si acaso, la mitad de los rivales expulsados antes de acabar el primer tiempo. El Gobierno del presidente Bush gasta 4.000 millones de dólares al año en subsidios para sus productores agrícolas. Lo que esto significa, en la práctica, es que, por ejemplo, los productores de algodón en Senegal van a la bancarrota. Los estadounidenses inundan el mercado y expulsan a los senegaleses de él.
Lo que es casi peor, inundan los propios países productores de algodón –o maíz o azúcar– con materia prima barata, lo que hace que los agricultores locales no puedan ni siquiera competir con los productos importados. La imagen del obeso ciudadano de Iowa, Estado agrícola por excelencia, contrastada con la del esquelético etíope, retrata a la perfección esta gran injusticia global. Los europeos son igual de culpables.
Hacen exactamente lo mismo con otros productos; una de las razones por las cuales algunos africanos, huyendo del hambre, se suben a pateras en Marruecos y (si tienen suerte) llegan a las costas españolas, generando problemas que proceden, al menos en parte, de la desleal competencia de la que son cómplices España y el resto de la Unión Europea.
03. Las guerras y la inseguridad en general
Los peores casos de hambruna en África en los últimos años se han dado en tiempos de guerra. El frágil equilibrio que permite que, aunque la gente pase hambre, sobreviva, se rompe y ocurre lo que ahora en Sudán y hace 20 años en Etiopía. Las guerras desplazan a la gente de sus tierras ancestrales, destruyen la infraestructura alimentaria, bloquean el acceso físico a comida de otras partes y dejan secuelas –por ejemplo, la muerte de individuos que saben cultivar la tierra– de las que las comunidades afectadas tardan años en recuperarse.
En Afganistán, el volumen de minas antipersonas enterradas en los varios conflictos militares que se han llevado a cabo desde 1979 ha hecho que más de la mitad de la tierra agrícola no pueda ser cultivada. Los europeos que recuerdan la Segunda Guerra Mundial, o la Guerra Civil española, entienden la ecuación guerra = malnutrición. Para un joven español o francés, hoy en día es casi inimaginable.
04. Dan pescado cuando hay hambruna, pero no enseñan a pescar cuando no la hay
Los países ricos responden bien cuando ocurre una catástrofe, pero lo que no han sabido hacer es ayudar a que se evite, o crear las condiciones para que los problemas del hambre endémica desaparezcan. O al menos no con el empeño necesario.
Un buen ejemplo lo da Etiopía, uno de los países del mundo donde más hambre hay. En 1984, el cantante irlandés Bob Geldof reunió a algunos de los mejores artistas musicales de la época y grabó una canción para recaudar fondos para las víctimas de la terrible hambruna etíope de aquel año. La iniciativa se llamó Band Aid y logró recaudar mucho dinero. Hoy, Geldof, Bono y unos 40 artistas más han hecho lo mismo, en este caso para las víctimas de Darfur, en Sudán.
El problema es que en los 20 años que han pasado desde aquel gran despertar de la conciencia internacional que Band Aid representó los problemas de Etiopía son los mismos. No hay hambruna hoy, al nivel de 1984, pero hambre permanente sí. En un contexto en el que la ayuda internacional a los países pobres se ha ido reduciendo, Etiopía ha recibido lo que un alto funcionario de la ONU calificó como cantidades “lamentables” del exterior.
En un año bueno, cuando las cosechas rinden a tope, entre dos y tres millones de personas de Etiopía necesitan comida del Programa Mundial de Alimentos u otros organismos internacionales. En un año malo, el número asciende hasta una cantidad entre 12 y 15 millones.
El problema es que: 1. Salvo brotes como Band Aid cada 20 años, los habitantes de los países ricos no se interesan lo suficiente como para presionar a sus Gobiernos para que inviertan más en ayuda a los pobres del mundo que en nuevos submarinos. 2. Mientras se reacciona de manera ágil y eficaz y contundente (sin escatimar las inversiones), a la hora de las grandes crisis, tipo Darfur, existe poco afán por el trabajo lento, gradual, poco glamuroso (lejos de las cámaras de la CNN) que se requiere para ir paulatinamente ganando terreno al hambre, y previniendo así las grandes hambrunas antes de que ocurran.
05. Hay amores que matan y gente que se acomoda a la supervivencia
Aunque la ayuda internacional es insuficiente, a veces es demasiado. Se crea un problema de dependencia que hace que comunidades enteras pierdan la costumbre de alimentarse a sí mismas. En Ruanda, un país muy pobre que ha recibido mucha ayuda alimentaria desde el genocidio de 1994, una ministra del Gobierno se quejaba, en una conversación hace un año, de que su gente, o mucha de ella, había perdido la costumbre de trabajar; de cultivar sus tierras.
Siempre habían vivido en un nivel de subsistencia, pero ahora la subsistencia no procedía de su propio trabajo, sino del camión semanal de reparto de comida. Incapaces de concebir –y esto tiene todo que ver con la falta de educación– una ambición más elevada que la mera supervivencia (lo cual desesperaba a la ministra, una mujer que había estudiado en el extranjero), habían dejado de preocuparse por desarrollar la economía local.
Vivían la vida casi de animales de zoológico. No muy digna, quizá, pero despreocupada, tranquila. Un ejemplo alternativo, pero que conduce a la misma conclusión, es el de aquellos angoleños que vivían en zonas rurales tan remotas durante la guerra que jamás recibieron ayuda. Hoy, que el país recibe menos ayuda que en aquellos tiempos de crisis, son ellos –los que no se acostumbraron a tener sus necesidades básicas satisfechas por gente caída del cielo– los que mejor se han adaptado, los que saben organizar sus vidas de manera productiva, responsable y eficaz. “Cuando tiene que hacerlo”, como comentó Ignasi Carreras, de Intermón Oxfam, “la gente se espabila”.
06. Las enfermedades
La malaria, el sida y la tuberculosis causan hambre. No es sólo que el hambre cause enfermedad. Porque cuanto más enfermo de malaria esté un señor en Mozambique que vive en una zona rural, menos posibilidades tendrá para trabajar en el campo y dar de comer a su familia, y alimentarse a sí mismo. Con lo cual se crea un círculo vicioso enfermedad-hambre-más enfermedad-más hambre. Así se va hundiendo una familia, una comunidad, un país.
No sólo se ve afectada la cantidad de comida a ingerir, sino también la calidad. La proporción de carbohidratos respecto a las proteínas aumenta en la dieta cuanta más pobreza hay. (La Dieta Atkins, la que permite consumir todas las proteínas que uno quiera con tal de no tocar los carbohidratos, definitivamente no es para gente pobre, ni siquiera en EE UU). Lo cual a su vez supone una deficiencia de los micronutrientes de los que se derivan el hierro, el zinc, el yodo y las vitaminas. Se podrá sobrevivir sin las cantidades de estos micronutrientes consideradas básicas en Occidente, pero no se puede llevar una vida sana. La vulnerabilidad es extrema.
07. El determinismo geográfico
El clima y otras fuerzas ineludibles de la naturaleza pueden influir de manera decisiva en los hábitos alimenticios de la gente. Los países donde hay hambre son los países calientes de la Tierra, los que están situados entre las latitudes de los trópicos. Estos países son, por un lado, más vulnerables a sequías o inundaciones –a la violencia meteorológica– que los países del norte. Pero, por otro lado, existe la paradoja de que, en términos históricos, son países más fértiles que los fríos; están menos a la merced de los cambios bruscos estacionales.
Una persona que no tiene ingreso alguno va a poder sobrevivir por su cuenta en la selva del Congo, va a poder encontrar comida en los árboles con más facilidad que una persona sin ingresos en los bosques de Finlandia. En tiempos prehistóricos, vivir en el Congo en vez de en Finlandia era una ventaja. Lo que ocurre, como cuenta Jared Diamond en su libro sobre la evolución de las civilizaciones Armas, gérmenes y acero, es que los humanos que habitan los países más fríos e inhóspitos se ven obligados a buscar formas de conservar la comida para el invierno, de planificar para el futuro.
Por ejemplo, antes de la refrigeración, utilizando la sal. Esta necesidad de conservar hizo que la relación con la comida se volviera más sofisticada en los países del norte que en los del ecuador o el sur.
08. La caridad comienza en casa
La solución al problema del hambre es muy sencilla de identificar y muy difícil de llevar a cabo: el desarrollo. A no ser que sea especialmente incapaz o tenga muy mala suerte, la gente que vive en Norteamérica, Europa o Japón no pasa hambre. No está mal nutrida. Y vive hasta los 75 años y más.
En África viven 20 o 30 años menos. Ignasi Carreras está en el negocio de ayudar a los hambrientos, pero él lo tiene claro: regalar comida no es, a mediano o largo plazo, la solución. “Lo más importante es que la gente sepa cómo ganarse la vida, que se valga por sí misma”, dice. El hambre es sencillamente la pobreza llevada a su máxima expresión. Con lo cual, lógicamente, hay que combatir la pobreza, hay que dar a la gente los medios y las condiciones para que puedan enriquecerse. Esto supone, primero, abordar los siete problemas anteriores mencionados en este artículo, sin excluir una cooperación internacional justa, responsable y enfocada con sensatez.
Pero ante todo, según lo entienden Carreras y –entre muchos más– el Nobel Amartya Sen, hay que procurar crear sociedades democráticas en el sentido más amplio y profundo de la palabra. Esto no implica tanto la celebración de elecciones como la creación del conjunto de factores –Estado de derecho, medios libres de comunicación– que llevan a la creación de una sociedad civil cuyos valores son más duraderos que los de cualquier Gobierno o partido político. El hambre no es un problema de malas cosechas o de falta de tierra. (En Japón comen mejor que en Argentina).
Es un problema con origen humano. Obedece a malas decisiones de determinadas personas, especialmente de las clases gobernantes. Cuanto más responsable y preparada sea la gente en el poder, y cuanto más generosa la gente en los países cuyos problemas de supervivencia elemental están resueltos, menos hambre habrá en el mundo. El problema es que todo esto, como demuestra la historia de la especie, es mucho pedir.
Más información de la campaña por un comercio más justo: teléfono de Intermón Oxfam: 902 330 331. www.intermonoxfam.org y www.comercioconjusticia.com.
Antonio Banderas y el maíz
El actor y director español que triunfa en Hollywood ha elegido el maíz para concienciar al mundo sobre el comercio injusto. Cinco millones de familias campesinas de México se enfrentan a la ruina porque el Gobierno de Estados Unidos subvenciona a sus empresas agrarias, que exportan su producción a su vecino del sur. En los últimos 10 años, la exportación de maíz de EE UU a México se ha triplicado y los precios de este producto han caído un 70%. Michael Stipe y la leche El cantante de REM ha elegido los productos lácteos en su campaña de sensibilización. Intermón Oxfam da datos preocupantes: las grandes empresas europeas reciben cada año más de 1.000 millones de euros en subsidios a la exportación. Con esos recursos inundan los mercados del Tercer Mundo de leche en polvo, que amenaza el sustento de los productores autóctonos. Con el café pasa otro tanto. Entre 2000 y 2003 su precio se redujo a la mitad; 25 millones de familias que cultivan café viven una grave amenaza. Tamara Rojo y las plumas La bailarina española, estrella del Royal Ballet de Londres, se ve aquí inundada de plumas. La crianza de pollos es una de las salidas para muchos campesinos en África Occidental, pero en los últimos años no pueden competir con las importaciones baratas procedentes de países europeos como Francia y Bélgica. Entre 2001 y 2003 se perdieron 2.500 empleos en Senegal por las importaciones de pollo. En 2002, Ghana aprobó implantar aranceles a estos productos, pero el FMI obligó al Gobierno a no aplicarlos. Thom Yorke y el chocolate El líder del grupo británico Radiohead, revolucionarios del pop, se ve en la imagen bañado de chocolate. El cacao es un producto del que dependen millones de campesinos en 50 países. Costa de Marfil, Ghana, Nigeria y Camerún producen alrededor de dos terceras partes de la producción mundial de cacao, pero los cuatro figuran entre los países más pobres. Las presiones de las multinacionales han rebajado el precio que pagan a los campesinos por libra de cacao desde 1,80 dólares en 1977 hasta 0,80 en 2003. Alanis Morissette y el trigo La cantante canadiense se ve ‘atacada’ por el trigo. Estados Unidos y la UE representan la mitad de las exportaciones de trigo del mundo, y lo venden entre un tercio y un 46% por debajo del coste de producción. Mientras se obliga al Tercer Mundo a desmontar sus aranceles, los países ricos los inundan con sus productos subvencionados. Algo parecido sucede con el arroz. La UE y Japón protegen sus mercados con altas barreras arancelarias. A los países del Sur se les paga por su arroz un 60% menos que en 1980. Youssou N’Dour y el algodón El cantante senegalés, uno de los pioneros del éxito de la música étnica en el mundo, llama la atención sobre las desigualdades en el comercio del algodón. Intermón Oxfam aporta las cifras: 25.000 explotaciones y empresas de EE UU controlan el mercado mundial. Las subvenciones de este país a la exportación de algodón triplican el presupuesto total de ayuda a África de EE UU. Esos subsidios superan el PIB de Burkina Faso. El algodón es la principal fuente de ingresos agrícolas de países como Benin, Malí, Chad y Togo. Bono y el azúcar Con esta secuencia de fotos, el cantante y líder de U2 quiere contribuir a denunciar el sistema europeo de producción de azúcar, que prima a grandes explotaciones para que produzcan más de lo que consumen los europeos e inunden cada año los mercados mundiales con cinco millones de toneladas de este producto, a precios inferiores a los costes. Esto arruina a los campesinos pobres de algunos de los países más pobres, como Mozambique, Malawi y Etiopía.
Famosos para un comercio justo
Por Rafael Ruiz Los responsables de comunicación de las ONG lo saben bien y lo suelen decir al oído: en el mundo desarrollado, con tal proliferación de mensajes y de información, enseguida se corre el riesgo de saturación, y la repetición de cifras de la desigualdad en el reparto de la riqueza y de imágenes que demuestran cómo viven los menos favorecidos topan, en determinado momento, con el muro de lo ya demasiado visto, que no remueve conciencias.
Por eso, la ONG Intermón Oxfam (IO) ha decidido esta vez plantear una campaña internacional de otra manera, dándole la vuelta. Para explicar un tema difícil de explicar, las relaciones injustas de comercio entre el Norte y el Sur, ha contado con la colaboración de personajes famosos –los que salen en estas páginas–, líderes de opinión que han prestado su imagen para llamar la atención, para que la gente se fije y enfoque bien un problema: desde sus privilegiadas posiciones, los países ricos inundan –por eso, los famosos aparecen en las fotos metafóricamente inundados con chocolate, maíz, trigo, leche– con sus productos agrícolas subvencionados a los países del Tercer Mundo, que siguen viviendo básicamente de la agricultura –mientras países como Bélgica y Holanda tienen menos de un 10% de población rural; en otros, como Ruanda y Uganda, más del 85% son campesinos–.
Los saturan, los bloquean, les hacen imposible competir en el mercado mundial; es más, ni siquiera les dejan margen para poder vender sus productos en su propia tierra. La supuesta globalización no es tal. El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC) establecen un juego con reglas desiguales. Explican en Intermón Oxfam que a los países en desarrollo se les obliga a abrir sus fronteras, a desarmarse de aranceles y cualquier otra medida proteccionista –en aras del libre comercio–, pero, a la vez, los países más desarrollados –la UE y EE UU– usan las subvenciones agrícolas para poner en el mercado productos, como el trigo y el azúcar, a precios por debajo de su coste.
Competencia desleal. Además, las multinacionales alimentarias fuerzan continuamente a la baja el precio de materias como el cacao y el café –sus precios en origen, lo que se paga a los que cultivan la tierra, han caído a la mitad en los últimos años–. Así la situación, los campesinos del Sur sencillamente se mueren de hambre. Estas reglas injustas de comercio constituyen una de las claves con más ramificaciones de por qué hay hambre.
Los agricultores y ganaderos del Tercer Mundo no ganan para salir adelante; son vulnerables a episodios de sequía o violencia. Lo dice en dos frases Intermón Oxfam: “900 millones de campesinos no pueden vivir dignamente de su trabajo. Han sido arrastrados a la ruina porque no pueden competir con los productos baratos subvencionados por los países ricos”. “Millones de familias pasan hambre por la crisis de materias primas.
Deben vender sus cosechas por menos de lo que les cuesta producirlas, mientras las grandes empresas aumentan sus ganancias por los bajos precios que pagan por ellas”. La ONG dice que ahora es el momento de luchar por cambiar, ya que en septiembre el Gobierno español lanzó en las Naciones Unidas, junto a Francia, Brasil y Chile, la Alianza contra el Hambre, que persigue acabar en 2015 con lo que John Carlin describe en su reportaje como “la manifestación más extrema del fracaso humano” y porque en 2005 se celebra en Hong Kong la próxima reunión de la OMC, que trazará las coordenadas hasta 2020.
Para presionar intentan recoger millones de firmas. Dicen que desde abajo también se puede influir, y ponen como ejemplo dos campañas de firmas que sí sirvieron: la que en 2001 llevó a las empresas farmacéuticas a retirar la demanda contra Suráfrica por aprobar una ley que facilitaba el acceso a medicamentos contra el sida más baratos que los patentados, y la que en 2003 convenció a Nestlé para reducir de 6 a 1,5 millones de dólares su reclamación al Gobierno de Etiopía por nacionalizar una empresa filial.