Thursday, December 16, 2004

El poeta y el filósofo
Yo no soy el filósofo. El filósofo dice: Pienso... luego existo.
Yo digo: Lloro, grito, aúllo, blasfemo... luego existo.
Creo que la Filosofía arranca del primer juicio. La Poesía, del primer lamento. No sé cuál fue la palabra primera que dijo el primer filósofo del mundo. La que dijo el primer poeta fue: ¡Ay! ¡Ay! Este es le verso más antiguo que conocemos. La peregrinación de este ¡Ay! por todas las vicisitudes de la historia, ha sido hasta hoy la Poesía. Un día este ¡Ay! se organiza y santifica. Entonces nace el salmo. Del salmo nace el templo. Y a la sombra del salmo ha estado viviendo el hombre muchos siglos. Ahora todo se ha roto en el mundo. Todo. Hasta las herramientas del filósofo. Y el salmo ha enloquecido: se ha hecho llanto, grito, aullido, blasfemia... y se ha arrojado de cabeza en el infierno. Aquí están ahora los poetas. Aquí estoy yo por lo menos. Éste es el itinerario de la Poesía por todos los caminos de la Tierra. Creo que no es el mismo que el de la Filosofía. Por lo cual no podrá decirse nunca: éste es un poeta filosófico. Porque la diferencia esencial entre le poeta y el filósofo no está, como se ha creído hasta ahora, en que el poeta hable con verbo rítmico, cristalino y musical, y el filósofo con palabras obstrusas, opacas y doctorales, sino en que el filósofo cree en la razón y el poeta en la locura.
El filósofo dice: Para encontrar la verdad hay que organizar el cerebro. Y el Poeta: Para encontrar la verdad hay que reventar el cerebro, hay que hacerlo explotar. La verdad está más allá de la caja de música y del gran fichero filosófico. Cuando sentimos que se rompe el cerebro y se quiebra en grito el salmo en la garganta, comenzamos a comprender. Un día averiguamos que en nuestra casa no hay ventanas. Entonces abrimos un gran boquete en la pared y nos escapamos a buscar la luz desnudos, locos y mudos, sin discurso y sin canción.Además, los poetas sabemos muy poco. Somos muy malos estudiantes, no somos inteligentes, somos holgazanes, nos gusta mucho dormir y creemos que hay un atajo escondido para llegar al saber. Y en vez de meditar como el filósofo o de investigar como los sabios, ponemos nuestros grandes problemas en el altar de los oráculos o dejamos que los resuelva aleatoriamente una moneda de diez centavos. Y decimos, por ejemplo: Puesto que no sé quién soy... que lo decida la suerte. ¿Cara o cruz?

León Felipe, Del poeta maldito (1944)

Friday, December 10, 2004

El baúl. Manuel Vicent

Dentro de un baúl con la tapa de terciopelo raído y herrajes de cobre acabo de descubrir una prueba de la existencia de Dios. Abandonado en el desván de una casa solariega, el baúl contenía un cúmulo de objetos olvidados en un desorden absoluto y al abrirlo después de tantos años me golpeó una tufarada de moho y polilla revenida. En su interior me encontré con el palacio destrozado del rey Herodes que yo ponía en el belén cuando era niño; también estaba la esterilla de cañas sobre la cual mi tío cazador extendía las frutas silvestres que traía del monte, serbas, madroños, sorollas, disputadas a los jabalíes; los hierros y las pesas de una balanza romana; una pelota de goma pinchada; los moldes de latón de las magdalenas; el fumigador de DDT para matar las moscas; una canana con cartuchos podridos y algunos tebeos, revistas, volúmenes de una enciclopedia y libros de texto del bachillerato. Uno de los libros era de religión. Cuando o abrí al azar, una tijereta escapada del lomo desencuadernado cruzó la página amarilla y de pronto se detuvo sobre un párrafo donde el autor establecía una prueba cosmológica de la existencia de Dios. Comencé a leer. En ese párrafo señalado por la tijereta antes de reemprender su fuga se decía que la existencia de Dios queda demostrada por el orden admirable que reina en el mundo. Supuse que se refería a la armonía del universo y no la orden que había dentro de aquel mundo o baúl que era una suma de cacharros inservibles. En un tiempo en que el terciopelo de ese mundo aún estaba terso y limpio como la piel de mi adolescencia, miraba las estrellas y en el misterio de su álgebra pura veía la necesidad de un Creador. No sabía que el universo está lleno de galaxias que se devoran unas a otras con una ferocidad cósmica que se refleja aquí abajo en las vísceras de los tigres y en el corazón de los asesinos. Entonces me admiraba ante los verdes valles del Edén donde se ondulaba el cereal y creía que Dios habitaba en el interior de cada grano de trigo. Frente a aquel baúl de desván que era el mundo lleno de objetos absurdos y desordenados, con el texto de religión en las manos, recordé aquella vez en que mi padre en medio de un huerto de frutales abrió una granada y quiso demostrarme la sabiduría de Dios a través del milagro de aquellos rubíes tan dulces que se alimentaban de unas membranas tan amargas. Desde entonces sólo creo en el Dios de las granadas. Y a veces también en el de los limoneros, nunca en el Dios de las galaxias.

La razón según Wojtyla

La razón según Wojtyla

Fernando Savater. El País 15-11-98

Incluso quienes somos más ariscos ante su alto magisterio tenemos que reconocer que el papa Juan Pablo II es todo un personaje o, como dicen los franceses pensando en el escenario de la Comédie, "un caractère". En este mundo de espejismos que se contagian casi instantáneamente de polo a polo, sólo merecen verdadero interés quienes no sólo se niegan a plegar sus manías a los dictados de la moda, sino que incluso logran poner de moda sus manías. Karol Wojtyla pertenece a esta raza de privilegiados, como ha demostrado popularizando mediáticamente el anticomunismo, el integrismo sexual y sobre todo la autoridad misma del Sumo Pontífice, comprometida por la campechanía de Juan XXIII y las ambivalencias hamletianas de Pablo VI. En ocasiones ha incidido en el curso de los acontecimientos históricos (favoreciendo el derrumbe de los ya íntimamente decaídos regímenes totalitarios del este de Europa) y otras veces el azar en forma de plaga mortífera de transmisión sexual ha reforzado su condena del grato libertinaje. Ahora ha decidido comprometer a la Providencia una vez más apostando por un caballo de pedigree ilustre, aunque demasiado viejo, que ya sólo logra victorias facilonas en contiendas de poca monta, pero no logra ni colocarse en los certámenes de mayor fuste. Me refiero a la filosofía. Fides et ratio, la última encíclica hasta ahora del papa Wojtyla (quizá destinada a ser la última en todos los sentidos, su testamento pastoral), está dedicada al papel de la filosofía frente al mundo actual y sobre todo dentro de lo que hoy se considera fe católica. No puede decirse que los Papas se hayan prodigado en documentos de este rango sobre la filosofía -el último ejemplo de género tan infrecuente fue Aeterni patris, firmada por León XIII en 1879, según se nos informa en la encíclica actual- y la verdad es que resulta comprensible tanta mesura porque la filosofía rara vez lleva sello de urgencia ni para los fieles creyentes ni para casi nadie. Pero a Juan Pablo II se ve que el tema le fascina. Para él, "la filosofía es como el espejo en que se refleja la cultura de los pueblos" y desde luego puede asegurarse que el hombre es "naturalmente filósofo".
De modo que la filosofía merece una encíclica, tal como en ciertas guías se nos informa de que un restaurante o un paisaje "merecen el desvío". Lo menos que podemos hacer los profesionales de este gremio imposible es intentar tomarnos tan en serio su carta pastoral como él se toma nuestra asignatura. Además puede que este aparente intempestivo acierte otra vez con la moda que viene: ¿no lo anuncian así el éxito de obras de divulgación como El mundo de Sofía, la proliferación en algunos países europeos de cafés filosóficos y hasta el éxito de sectas más o menos espiritualistas que despejan enigmas muy trascendentes por medio de unos cuantos apotegmas perentorios? A la Iglesia no deben pillarle tales indicios con el paso cambiado, como algunos se empeñan en decir que le cogió a nuestro Gobierno la tregua de ETA...
Aunque la palabra "filosofía" suele recibir usos lamentablemente degradados -"la filosofía de nuestro departamento de ventas...", "la filosofía de este canal de televisión..."-, cuando el Papa habla de filosofía se refiere a la Gran Filosofía, la que hicieron Aristóteles, Tomás de Aquino y Kant. Es más, incluso habla de una filosofía de tamaño mayor que el natural en la mayoría de los departamentos universitarios del ramo. Ya en la segunda página de su encíclica establece sin trepidar que las preguntas verdaderamente filosóficas inquieren cuestiones de no menor calibre que "¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?", aun arriesgándose a recibir como respuesta aquella gansada del humorista Pierre Dac: "Yo soy yo, vengo de mi casa y voy a volverme a ella lo más pronto posible". Dados los actuales remilgos posmodernos ante cualquier aspiración a certidumbres más ambiciosas que las de la perspectiva pragmática o el relativismo hermenéutico, no deja uno -al menos este uno que abajo firma- de sentir cierta simpatía por la cerrada defensa de la Verdad con mayúscula y redoble de timbales de que hace profesión Fides et ratio. Así como también por establecer enérgica y sensatamente que no se debe confundir la legítima reivindicación de lo específico de tal o cual pensamiento local "con la idea de que una tradición cultural deba encerrarse en su diferencia y afirmarse en su oposición a otras tradiciones, lo cual es contrario a la naturaleza misma del espíritu humano". ¡Uf, qué alivio poder coincidir por fin con el Papa en algo!
Lamentablemente, el acuerdo ya no va mucho más allá. A partir de ese momento, Wojtyla se encierra en la tradicional serie de paralogismos que convierte la reconciliación entre fe y razón en un pobre remedo de armonía porque lo que se reclama ante todo es la sumisión de la segunda a la primera. El hombre debe buscar respuesta a los misterios de la existencia, pero sólo puede hallarla en un misterio aún mayor, el de la encarnación del Verbo Divino. Hay que intentar aclarar lo oscuro acudiendo a lo que es más oscuro todavía: lo contrario revela una actitud arrogante, reduccionista, un exceso de confianza en sus propias fuerzas propio del "excesivo espíritu racionalista de algunos pensadores" (sic). La indagación filosófica está muy bien siempre que desemboque suficientemente desarmada en el acatamiento a lo que la fe ya conoce por sus propios medios: la gran Verdad siempre es "ulterior" y, por tanto, "no puede encontrar solución si no es en lo absoluto", terreno en el cual la fe se mueve con la agilidad que propicia lo ininteligible. ¿Libertad de pensamiento? Es la fe lo que permite a cada uno expresar su propia libertad porque "la libertad no se realiza en las opciones contra Dios". Eso sí, a la razón filosófica le queda la tarea importante de "ilustrar contenidos filosóficos como, por ejemplo, el lenguaje sobre Dios, las relaciones personales dentro de la Trinidad, la acción creadora de Dios en el mundo, la relación entre Dios y el hombre, y la identidad de Cristo, que es verdadero Dios y verdadero hombre". Al acometer esas empresas y otras no menores debe evitar caer en vicios como el "historicismo, el modernismo, el cientificismo, el pragmatismo, el nihilismo y la posmodernidad". Puestas así las cosas, ¿no sería mejor limitarnos a preguntar al párroco para no equivocarnos?
Pongamos un ejemplo histórico de tal error: cuando en 1790 la Asamblea de la Francia revolucionaria proclamó los principios filosóficos de la Declaración de Derechos del Hombre fue explícitamente condenada por Pío VI (10 de marzo y 13 de abril de 1791), ya que "el poder no deriva de un contrato social, sino de Dios mismo, garante del Bien y de lo Justo". ¿Ven cómo más vale no salirse de los caminos trillados y preguntar directamente al Papa, aunque, como en el caso de los derechos humanos, haya tardado un par de siglos en conceder el nihil obstat?
La aseveración de Fides et ratio que necesita más fe y menos razón para ser aceptada aparece en la página 20: "La historia es el lugar donde podemos constatar la acción de Dios en favor de la humanidad". De la Naturaleza no se habla, pero cabe, en cambio, suponer que una observación como ésta de John Stuart Mill -"ni siquiera en la más distorsionada y amañada teoría del bien que jamás haya podido ser concebida por el fanatismo religioso o filosófico puede hacerse que la Naturaleza tenga semejanza con la obra de un Ser a la vez bueno y omnipotente"-, por mucha razón que parezca tener y que el huracán Mitch le conceda, carece de la fe necesaria como para ser mínimamente aceptable. De modo que no, a fin de cuentas tampoco Juan Pablo II es el influyente amigo de la filosofía por el que los miembros del gremio esperamos suspirando. Me temo que seguimos tan solos como antes

¿Cuál es el objeto de la encíclica "Fides et Ratio"
¿En qué consiste la armonía entre fe y razón según el Papa?
¿Qué tarea se reserva a la filosofía en esta concepción?
¿Porqué menciona Savater la condena papal a la Declaración de Derechos del Hombre?
Aclara el sentido de la afirmación de John Stuart Mill.

El papa-filósofo

El Papa-filósofo

P AOLO FLORES D'ARCAIS

Hubo un tiempo en que existió el Papa-Rey. Posteriormente, el 2O de septiembre de 1870, los soldados del ejército italiano entraron en Roma por la Porta Pia y pusieron fin al poder temporal de los papas.

Hoy ya no existe el Papa-Rey, pero, en compensación, existe el Papa-filósofo. De hecho, la Última encíclica dé Karol Wojtyla, Fides et Ratio (La fe y la razón), a pesar de estar dirigida oficialmente, como todas las encíclicas, a los "Venerables Hermanos en el Episcopado", en realidad –y explícitamente- se dirige a todos los “filósofos" cristianos o no" (§56), justamente
porque "a menudo el pensamiento filosófico es el Único ámbito de entendimiento y de diálogo con quienes no comparten nuestra fe" (§ 104). Así pues, se trata de una confrontación entre filósofos.

En efecto, por lo menos en el vocabulario, la reina de esta encíclica es la filosofía: "El hombre es naturalmente filósofo" (§64), porque es "aquel que busca la verdad" (§ 28), Y la Iglesia "ve en la filosofía el camino para conocer verdades fundamentales relativas a la existencia del hombre" (§ 5). De hecho, la filosofía constituye "la Última instancia de unificación del saber y de los actos humanos" (§ 82), y sólo "la argumentación elaborada siguiendo rigurosos criterios racionales es garantía para lograr resultados universalmente válidos" (§ 75). Inmanuel Kant, con su "! sapere aude!", no podía aspirar a más. El del conocimiento" es un camino que no tiene descanso" (§18) y que debe avanzar "a la luz de la razón según sus propios principios y metodologías específicas" (§ 49).

Aparentemente estamos frente a un elogio ditirámbico de la autonomía de la razón, al que, sin embargo, se le da la vuelta inmediatamente después, contra toda lógica. Así, Juan Pablo II escribe que "una filosofía aislada y absolutamente autónoma en relación con los contenidos de la fe" (§ 45) "constituye la reivindicación de una autosuficiencia del pensamiento que se revela claramente ilegítima" (§75). ¿Por qué ilegítima? ¿Según el tribunal de la razón o según el tribunal del Santo Oficio? ¿Qué sentido tiene remachar en cada línea que la filosofía debe ser autónoma (de lo contrario es inútil y superflua) y, sin embargo, reafirmar que "el Magisterio eclesiástico puede y debe ejercer con autoridad, a la luz de la fe, su propio discernimiento crítico en relación con las filosofías y las afirmaciones que se contraponen a la doctrina cristiana"? (§ 50). ¿Y sacar la conclusión de que "es deseable que los teólogos y los filósofos se dejen guiar por la Única autoridad de la verdad, de modo que se pueda elaborar una filosofía en consonancia con la Palabra de Dios"? (§ 79).

Está claro que la pretensión del Papa de constituir "la Única autoridad de la verdad" no es nada escandalosa. Lo sorprendente seria lo contrario. Un Papa de la duda seria, de hecho, un oxímoron inédito. Sin embargo, es bastante sostenible la voluntad del Papa de ser al mismo tiempo Pastor fidei y filósofo de la razón autónoma. La verdad es que Karol Wojtyla no anima la filosofía sino que la condena. Prácticamente en todas sus manifestaciones –sellada contradictoriamente como “ilegítima”- se remonta de hecho bastante atrás en el tiempo y prosigue hasta hoy: "A partir de la baja Edad Media, la legítima distinción entre los dos saberes [filosofía y teología] se transformó progresivamente en una nefasta separación" (§ 45).

Por tanto, la autonomía de la razón es necesaria, pero no debe ser absoluta. Sin embargo, a una autonomía condicionada se la llama, más simplemente, anomalía. Si las conclusiones a las que llega la razón no pueden diferir nunca de las establecidas por la fe es inútil hablar de colaboración según una autonomía recíproca. Así, "la fe y la razón" serán "las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad" (incipit de la encíclica), pero, en realidad, la segunda debe obedecer a la primera como su fiel y servicial criada.

En estas circunstancias es evidente que, aun hoy en día, la única filosofía que para el Papa tiene un "valor incomparable" es la de santo Tomás (§57). Y que el catálogo del anatema da un giro de 360 grados: idealismo, humanismo ateo, positivismo, racionalismo, nihilismo (§46), eclecticismo, modernismo, historicismo, cientificismo, pragmatismo y, de nuevo, nihilismo (§ 86-90). ¿Qué queda de la filosofía en este nuevo Sílabo?

Esta orgía de contradicciones es absolutamente insostenible desde el punto de vista lógico, pero, no obstante, tiene sentido. Juan Pablo II ve justo en la "crisis del sentido" la debilidad de toda la filosofía moderna, cuyos criterios de "verdad" ya no pueden hallar una certeza que dé sentido a la existencia. Por el contrarío, pretende proponer una "verdad" que satisfaga al hombre contemporáneo, que está en poder de la duda y también está huérfano de las "grandes narraciones" ideológicas.

Es una operación ciertamente plausible, que podrá tener algunos éxitos marginales, pero que no tiene que ver con ninguna búsqueda filosófica. No es por casualidad que el anatema del Papa no afecta a las corrientes hermenéuticas de la filosofía, es decir, a aquella filosofía heidegeriana y posheideggeriana en la que la religión podría encontrar un aliado contra la tradición iluminista y su herencia.

Pero se trataría de una religión "débil", de un cristianismo sin Iglesia ni jerarquía, bastante más protestante (y otras cosas) que católico. Y que encontrada la competencia de las nuevas formas de renacimiento de lo sagrado en Occidente, desde el budismo a la new age y al auge de las sectas. Lo que quiere el Papa es la Verdad con mayúscula, una e indivisible, que tenga en el trono de Pedro el único hermeneuta autorizado. Sin embargo, de ese modo, la nueva estación de integrismo dogmático con la que Wojtyla abrió su pontificado y ha cerrado el milenio se parece más a un sucedáneo de ideología, con sus ritos y obediencias, que a un retorno a un impulso religioso auténtico,

De hecho, el Papa articula su "demostración" más sobre el deseo humano que sobre la razón humana o sobre la pascaliana e irracional “apuesta” de la fe. Búsqueda de la verdad y necesidad de sentido se confunden e intercambian subrepticiamente. "La sed de verdad está tan arraigada en el corazón del hombre que tener que prescindir de ella comprometería la existencia" (§29), y dicha sed se articula en las "preguntas de fondo que caracterizan el recorrido de la existencia humana: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo ya dónde voy?, ¿por qué existe el mal?, ¿qué será de nosotros después de esta vida? (§ 1). Pero esta necesidad estructural e irrenunciable de preguntarse por el sentido se convierte luego en la necesidad de poder encontrar una respuesta cierta y definitiva a esa pregunta.

"No se puede pensar que una búsqueda tan profundamente enraizada en la naturaleza humana sea totalmente inútil y vana. La capacidad misma de buscar la verdad y de plantear preguntas implica ya una primera respuesta" (§ 29), que después se entenderá en realidad como respuesta última y definitiva. ¿Por qué? Una necesidad sigue siendo siempre una necesidad, no implica de por sí –lógicamente- su satisfacción. Si no fuese así, no existiría ni habría existido nunca el problema del hambre en el mundo. Ni ningún otro problema, a decir verdad. Deseo y realización sólo se corresponden en el "pensamiento" infantil La sustitución del principio de placer por el principio de realidad es el mecanismo ordinario, aunque dolorosísimo, por medio del cual se realiza la llegada al mundo del hombre desde el punto de vista no sólo biológico, sino efectivo. La lógica del deseo es, en cambio, la lógica de una ilusión, como dejó tantas claro tantas veces Sigmund Freud.

Si la pregunta lleva implícita la respuesta, ya no se trata de una respuesta genuina, sino presupuesta y prefabricada. Y la búsqueda de la verdad, que, por su propia naturaleza, está dominada por la duda y en cuyos logros no tienen cabida los prejuicios, deja paso a la mera "reflexión sobre la verdad" (§6), cuyos contenidos ya fueron adquiridos a través de la revelación. Por ello, la filosofía será una simple glosa marginal de la fe, una homilía "racional".
y el Papa podrá dictaminar que estar "fuera de la verdad revelada" equivale a estar "fuera de la verdad pura y simple" (§ 73).

Todo ello tiene implicaciones nefastas para lo que se refiere a la democracia. "Las leyes que autorizan y favorecen el aborto y la eutanasia" no sólo son juzgadas como inmorales, lo cual,
viniendo del Papa, sería tanto legítimo como obvio, sino que se declaran "totalmente privadas de auténtica validez jurídica" (Evangelium vitae, §72), y un Parlamento elegido democráticamente, pero que las aprobase, dejaría de ser democrático y marcharía "por la senda de un totalitarismo sustancial" (ídem, § 20). Pero si el Papa tiene derecho a decidir lo que deben establecer las leyes, frente a, y en sustitución de, un Parlamento elegido democráticamente, esto quiere decir que las pretensiones clericales de ejercer un poder secular siguen siendo, de forma muy sutil, esenciales para el dogmatismo católico. La diferencia con la pretensión fundamental según la cual "el Corán es nuestra constitución" no es, pues, tan abismal. Por otra parte, ¿no ha hablado Karol Wojtyla tantas veces del aborto como del "genocidio de nuestra época", poniéndolo al mismo nivel que el Holocausto, y sugiriendo con ello la equivalencia moral entre la mujer que aborta y el miembro de las SS que empuja al niño judío dentro del horno crematorio?

Paolo Flores d'Arcais es filósofo, autor de Etica senza fede (Einaudi, 1992), y director de la revista MicroMega.

Wednesday, December 08, 2004

La derrota del socioliberalismo en EEUU. Vicenç Navarro

miércoles, 8 de diciembre 2004

La derrota del socioliberalismo en EEUU. Por Vicenç Navarro El País 08/12/04

Los resultados de las elecciones estadounidenses han sorprendido a la mayoría de los medios de información europeos. ¿Cómo puede ser -éstos se preguntan- que un presidente, como el presidente Bush, que inició una guerra en Irak, basada en una serie de supuestos erróneos, falsamente presentados a la ciudadanía estadounidense y que ha conducido al mundo a una situación mucho más insegura que antes de que ocurriera la invasión de Irak, haya sido reelegido?
A esta pregunta, las centro-izquierdas e izquierdas europeas han añadido otras que traducen también una sorpresa de que uno de los presidentes de EE UU que ha seguido políticas domésticas más regresivas haya sido reelegido por una mayoría que incluye sectores importantes de la clase trabajadora y de las clases populares (un 41% de sindicalistas votaron al presidente Bush).
Para responder a estas preguntas hay que entender el sistema político estadounidense, que permite sólo un bipartidismo (imposibilitando el establecimiento a nivel nacional de un tercer partido), y la evolución que estos dos partidos, el Demócrata y el Republicano, han experimentado en los últimos veinte años. El Partido Demócrata estaba identificado hasta los años setenta con el establecimiento y defensa del Estado de bienestar de EE UU, creado por el presidente Franklin Roosevelt con el New Deal. Este partido, sin embargo, se ha ido derechizando más y más, diluyendo su compromiso histórico con la expansión del muy insuficiente Estado de bienestar estadounidense, abandonando, por ejemplo, la propuesta de universalizar la cobertura sanitaria a toda la población estadounidense; 44 millones de estadounidenses no tienen ninguna cobertura sanitaria.
Y, según el prestigioso (y conservador) Institute of Medicine, aproximadamente 30.000 personas mueren al año por falta de atención médica, número considerado excesivamente bajo por el profesor David Himmelstein, de la Universidad de Harvard, que calcula un número mucho mayor, alrededor de 80.000 muertos. Durante el Gobierno de Bush, el número de personas sin cobertura sanitaria aumentó un millón al año.
Pero el problema no se limita sólo a los que no tienen cobertura sanitaria, sino que incluye a los que tienen cobertura sanitaria insuficiente y que representan casi el 48% de la población. A pesar de estos déficit crecientes, las plataformas del Partido Demócrata del año 2000 y de este año eliminaron el compromiso de universalizar los servicios sanitarios, que había existido en todas las plataformas de tal partido desde tiempos del presidente Truman.
En su lugar, Kerry se comprometió a expandir los programas de carácter asistencial, facilitando la expansión del aseguramiento sanitario privado a base de desgravaciones fiscales. Las compañías de seguros, por cierto, se han convertido en una de las fuentes de financiación del Partido Demócrata. Este distanciamiento del Partido Demócrata hacia la universalización de la sanidad ha ido acompañado con otros dos cambios: uno, resultado de la enorme influencia del capital financiero, Wall Street, en el equipo económico de aquel partido, ha sido el compromiso de eliminar el déficit del presupuesto federal a base de la reducción del crecimiento del gasto social. Este compromiso, iniciado ya por el presidente Clinton, ha revertido en una práctica del Partido Demócrata de utilización de los déficit presupuestarios como medida facilitadora de políticas públicas expansivas de gasto público.
Hoy es al revés, el Partido Republicano es el que utiliza el déficit fiscal y el gasto público (militar) como mecanismo de estímulo del crecimiento económico, mientras que el Partido Demócrata es el gran defensor del equilibrio presupuestario (a la vez que apoya la reducción general de los impuestos, excepto los de los sectores de la población más pudiente).
El otro cambio del Partido Demócrata que ha significado también una reversión con sus prácticas anteriores han sido sus propuestas de liberalizar el comercio internacional y desregular los mercados de capitales, que fue iniciado también por el presidente Clinton, con su aprobación del tratado de libre comercio entre EE UU, Canadá y México (NAFTA), con la oposición de los sindicatos, que habían condicionado su apoyo a tal tratado a que se incrementara el salario mínimo mexicano (a fin de reducir el salario diferencial entre México y EE UU) y se mejoraran las normativas ocupacionales y ambientales; unas condiciones que el presidente Clinton no aceptó y que fueron la causa de la gran abstención de las bases del Partido Demócrata (los sindicatos y los movimientos sociales, como el de las minorías, y el movimiento ecológico) en las elecciones de 1994, lo que hizo que tal Partido perdiera el control del Congreso.
Hoy, paradójicamente, es el Partido Republicano el que apoya medidas proteccionistas en sectores como la industria del acero, de gran importancia en los Estados industriales. Tal como señaló Tim Weiner, de The New York Times (27-XII-03), el "NAFTA ha empeorado en lugar de mejorar la situación de los trabajadores de México y de EE UU. Los salarios han empeorado y la pobreza ha aumentado. Libre comercio no es lo que se dice. A no ser que se invierta en infraestructura y capital humano, el libre comercio per se no mejora la situación de un país. La puede empeorar". Tales decisiones -el abandono de su compromiso de universalizar la sanidad, el equilibrio del presupuesto federal, y la liberalización de las relaciones económicas, financieras y mercantiles, entre otros- han ido transformando el Partido Demócrata de ser un partido con semejanzas a la socialdemocracia continental europea a un partido liberal, que intenta conservar una sensibilidad social; esto explica que se le defina como un partido socioliberal, que ha ido desmovilizando al electorado demócrata, que se ha ido absteniendo al percibir a la dirección de tal partido como excesivamente influenciada por lobbies económicos y financieros, con escasa sensibilidad para los problemas cotidianos de las clases populares (la mayoría de las cuales se abstiene) y que se presenta sin un proyecto reformista movilizador; aspirando sólo a gestionar mejor los problemas existentes (desde Irak hasta los déficit sociales) sin resolverlos incidiendo en sus causas.
Las bases del partido, sin embargo, se movilizaron, a pesar de Kerry, por su deseo de parar a Bush. Hubo más votantes a Kerry que justificaron su voto en base a parar a Bush que a apoyar a Kerry. Esta movilización, sin embargo, no fue suficiente para equilibrar otra movilización populista (mucho mayor) por parte de las fuerzas conservadoras, detrás de las cuales estaban las iglesias e instituciones religiosas que, presentándose como defensoras de la moralidad del país, acusaron a la dirección del Partido Demócrata de ser un grupo elitista que apoyaba medidas que amenazaban "la fibra moral del país".
Es más, durante estos años de Gobierno, Bush ha reforzado al Partido Republicano, estimulando un sentido de militancia altamente motivado por su mensaje religioso y nacionalista, muy movilizador entre sectores amplios de las clases populares. Este fundamentalismo religioso, junto con la identificación de Bush como el jefe del Estado (y de sus fuerzas armadas) en tiempo de guerra en contra del terrorismo, tuvo una enorme capacidad de movilización, explicando que amplios sectores de las clases populares apoyaran a Bush en contra de sus intereses de clase, afectados negativamente por las políticas de éste.
Como siempre, las fuerzas conservadoras utilizaron tanto el nacionalismo como la religión para movilizar alianzas multiclasistas, responsables de la victoria de Bush. Frente a tal proyecto movilizador, el socioliberalismo carecía de un proyecto ideológico alternativo y movilizador, carencia que fue responsable de su derrota. Lo que está ocurriendo en el Partido Demócrata es, en realidad, muy semejante a lo que ocurre en muchos partidos socialdemócratas en Europa, que están adoptando políticas más y más cercanas al socioliberalismo, que desmovilizan a sus bases, que se abstienen o transfieren su apoyo a movimientos populistas chovinistas y ultranacionalistas. Es un gran error para sectores de las fuerzas progresistas tomar al Partido Demócrata (que hoy se ha convertido en un partido minoritario en EE UU) como un punto de referencia. Lo que las fuerzas progresistas deberían hacer es mantener y expandir la Europa social desarrollando un modelo alternativo al estadounidense, que tanto en su versión conservadora como en su versión socioliberal ha mostrado sus enormes insuficiencias.

El superdotado: ¿nace o se hace?

lunes, 6 de diciembre 2004

Cómo se transmite la inteligencia

El superdotado ¿nace o se hace?

Por Gloria Garrido
El Semanal 06/12/04

Que hay unas personas más listas que otras es un hecho. Como también lo es que nuestras capacidades dependen tanto de los genes como del entorno en el que nos criamos. Pero, ¿en qué medida lo hacen?

Un bebé descubre cómo llevarse la cuchara a la boca, un ama de casa consigue ahorrar con un sueldo exiguo, un biólogo halla el modo de combatir una epidemia… Aunque algunas puedan parecer banales, todas estas acciones han requerido del uso de la inteligencia para llevarlas a cabo.

Definida generalmente como la capacidad de razonar, prever y resolver nuevos problemas, pensar en abstracto, aprender y aprovechar la experiencia, esta facultad humana se torna escurridiza al intentar medirla o establecer exactamente en qué proporción obedece a la herencia genética o a los estímulos externos que padres, profesores y medio ambiente proporcionan. Y no es fácil decirlo, porque, en primer lugar, si bien existe un factor general (FG) común a las personas perspicaces que las hace anticipar soluciones a problemas antes que otros, esta aptitud no es la única que denota inteligencia.

Psicólogos expertos en el estudio de los procesos intelectuales, como L. L. Thurstone o Howard Gardner, han descrito la estructura de la inteligencia como un mosaico de diferentes facultades mentales independientes entre sí y que todo el mundo posee en menor o mayor grado. Existen como mínimo siete tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, espacial, cinestésica, musical, interpersonal e intrapersonal, una lista a la que podrían añadirse las inteligencias emocional, práctica o intuitiva.

La clasificación factorial hace imposible decir si un individuo es más inteligente que otro. ¿Más inteligente en qué? Y si bien los tests psicológicos siguen averiguando el cociente intelectual (CI) de individuos y poblaciones, en la actualidad están enfocados a detectar también el grado de todas esas habilidades mentales.

Las mayores discrepancias surgen a la hora de concretar si el talento es hereditario o si disminuye o aumenta según la clase social a la que se pertenece. En la actualidad, nadie discute que ambos factores, el genético y el ambiental, influyen en el desarrollo intelectual, pero queda por determinar en qué proporción.

La teoría hereditaria sirvió, durante el siglo pasado, como caldo de cultivo para corrientes de pensamiento racistas y eugenésicas como el nazismo. Los estadounidenses Arthur Jensen, Richard J. Hernstein y Charles Murray no sólo aseguraron que la inteligencia es heredable en un 60 por ciento, sino que además las desigualdades sociales en el cociente intelectual medio entre negros y blancos podían deberse, en parte, a diferencias genéticas: el cociente intelectual de los negros sería, según sus cálculos, claramente inferior; de ahí su poco éxito social y su índice de criminalidad.

En el otro extremo se alzan voces como la del paleontólogo Stephen J. Gould, autor de La falsa medida del hombre, que estima que «la idea de que la inteligencia pueda ser una cosa única, hereditaria y mensurable es un absurdo peligroso». O la de Howard Gardner, profesor de la Universidad de Harvard y autor de la Teoría de las inteligencias múltiples, según el cual «esta facultad no es algo que está dentro del individuo, sino que es el resultado de la interacción de la persona con el ambiente que le rodea».

Los últimos avances en genética nos permiten saber que numerosas conductas humanas y la capacidad del pensamiento abstracto son genéticamente heredables en un tanto por ciento que oscila entre el 0,28 y el 0,44. ¿Quiere esto decir que de nada sirve gastar miles de millones en la educación de personas torpes pues todo está escrito en el ADN? En absoluto.

Robert Plomin, especialista británico que en 1997 anunció haber descubierto en el cromosoma 6 humano el gen IGF2R, conocido como el de la inteligencia, es el primero en asegurar que «los mismos datos que apoyan el efecto de los genes en el comportamiento sirven para certificar el gran peso de los factores no genéticos y ambientales». De hecho, la moderna genética de la conducta estudia las diferencias cognitivas entre individuos tanto desde la influencia genética como desde la educación y las condiciones ambientales.

El reto para la ciencia es establecer la relación entre ambas. ¿Cuánto genio innato hace falta para vencer un ambiente hostil y cuánto medio hostil hace falta para vencer a un genio? Esta relación entre herencia y medio es la que está pendiente de esclarecerse.

Lo otro de la religión. Reyes Mate

miércoles, 8 de diciembre 2004

Lo otro de la religión

Por Reyes MateEl País0 8/12/04

Primero fue el divorcio, luego la guerra de catecismos, el aborto, y ahora el matrimonio de homosexuales: la Iglesia católica se hace noticia en declaraciones beligerantes contra el gobierno de turno que no tendrían mayor importancia si no fuera porque son leídas como recelos contra la democracia.
Después de tantos años no parece que se haya avanzado en algo tan elemental como que, en una sociedad plural, la moral de la convivencia tiene que ser laica, es decir, neutra desde el punto de vista religioso. El catolicismo y la laicidad tienen tras de sí una larga historia de confrontación, teñida de sangre por uno y otro lado. A los librepensadores tempranos les ocurrió la misma suerte que a los clérigos durante la revolución: pagaron con su vida por no marchar al paso del tiempo.
La famosa homilía del cardenal Tarancón, cuando la coronación del rey Juan Carlos, simboliza la reconciliación de la Iglesia católica española con la versión política de la laicidad, es decir, con la democracia, pero ni entonces ni ahora estuvo dispuesta a conceder que esa laicidad también afecta a los valores públicos que deben regir la convivencia. Esto explicaría las citas periódicas de la Iglesia contra el poder cada vez que éste se adentra en la legislación de asuntos morales con un talante no confesional. Este enzarzamiento puede tener resultados fatídicos para la religión y no, como piensan los obispos, porque cada nueva conquista laica suponga un retroceso de la influencia católica, sino porque los defensores de valores religiosos, obsesionados en una guerra perdida -la autonomía en el orden moral y el político no tienen vuelta de hoja-, no son capaces de ver el lugar en que hoy más que nunca se está haciendo visible el interés por la religión. No me refiero a esa "vuelta de lo religioso" que se produce cada vez que alguien proclama muy alto lo de la "muerte de Dios", proclama que queda inmediatamente desautorizada con fenómenos como, por ejemplo, los fundamentalismos cristianos a lo Bush o islámicos a lo Bin Laden, sino a la percepción de que todo el programa de secularización o de laicización no ha podido disolver el núcleo de lo religioso que unos llaman "lo humanamente divino" y otros "lo absoluto terrestre".
Ese núcleo irreductible a la autonomía del hombre tiene que ver con la persistencia de valores absolutos por los que uno está dispuesto a morir, es decir, a sacrificar la propia autonomía. ¿Cómo explicarse la autoridad de estos valores superiores a la vida?, se preguntaba recientemente el periódico Le Monde, a propósito de un intenso debate que mantienen dos filósofos franceses, agnósticos por más señas, el politólogo Marcel Gauchet y el ex ministro de educación Luc Ferry.
Los dos acuerdan que esa persistencia de un valor absoluto es una herencia de la religión y el debate que se traen entre manos es sobre si hay que reconocer una estructura religiosa del hombre o bien se trata de un exceso histórico que el hombre adulto puede metabolizar en algo natural. Aquí lo religioso no viene de la mano de la religión o de las iglesias, sino del propio hombre. Si se discute tan apasionadamente en lugares laicos no es porque se juegue en ello el prestigio o el lugar de las iglesias o del mismo Dios, sino del hombre. El hombre, por muy autónomo que sea, y la política, por muy democrática que quiera ser, tienen carencias tan importantes como no poder fabricar valores, sino sólo recibirlos. Como dice Gauchet, "la autonomía es la fabricación de leyes que están al servicio de los valores", pero no crea valores tan democráticos como la libertad, la igualdad o la fraternidad. Ésos ya estaban allí y de ellos hablaban las religiones.
Atrás queda la ingenuidad de tantos laicistas que ven la solución del problema de la religión en su relegación a la sacristía. La consigna ilustrada de "la religión es un asunto privado" sigue siendo válida en un punto -el más decisivo, por cierto-; a saber, que la legitimación del poder político está en el pueblo y no en Dios, pero la religión sigue teniendo algo que decir en dos puntos cruciales del hombre moderno: en el tipo de hombre que queremos ser y en si es posible construir otro mundo.
Cuando escritores alemanes como Enzensberger, Walzer o Sloterdijk abogan por acabar con el humanismo que hemos heredado porque ha hecho infeliz al hombre, cargándole con el peso de la responsabilidad por el mal en el mundo, están pensando en dar carpetazo a los derechos humanos, considerados "último resto de la cultura cristiana".
Mantener al tipo de hombre que hemos conocido, ése que se pregunta alguna vez en la vida qué debo hacer, qué puedo conocer o qué me cabe esperar; ese hombre, el mismo que frente a las víctimas de Auschwitz reconoce que tiene que hacerse cargo del daño que causa el hombre, ese tipo de hombre no puede pensarse, ni seguramente mantenerse, al margen de lo religioso. Al menos, deberíamos discutirlo por si acaso. Pero no sólo lo religioso juega un papel en el orden antropológico; también en el político. No, por supuesto, en el orden de las leyes de la política, pero sí en el de los valores que le dan contenido. No es ajeno a este convencimiento el hecho verdaderamente sorprendente de la proliferación de libros políticos, no teológicos, sobre Pablo de Tarso: el del francés Badiou, el del italiano Agamben, el del alemán Taubes o los escritos del checo Zizec.
Consideran a Pablo el fundador del cristianismo y, por tanto, referencia obligada para la comprensión de Occidente. A la vista de la facilidad con que países occidentales traducen valores universales de los que son portadores -derechos humanos o democracia, hoy; cristianismo, ayer- por imposiciones violentas, véase Irak, hay pensadores que se vuelven hacia una especie de depósito inagotable de sentido, como es la tradición judeocristiana, para repensar una universalidad que no sea excluyente, una tradición en la que el forastero no sea el bárbaro, sino alguien "como de casa".
Y ahí está Pablo, judío de origen, que da forma a un nuevo pueblo elegido, el cristiano, pero que sabe muy bien que el nuevo pueblo lo debe todo a la parte que queda fuera, al pueblo judío. Colocar lo excluido en el centro de gravedad de una política o de una ética es la única manera de pensar un todo sin exclusiones. También se le hacen preguntas sobre la relación entre conservación y revolución o entre libertad y ley. Como se puede colegir, lo que está en juego es algo másque una benevolente cultura religiosa que permita a las nuevas generaciones comprender El entierro del conde Orgaz o La divina comedia. Se trata de saber si para defender un tipo de hombre o la posibilidad de otro mundo, la religión es o no relevante.
La respuesta a esta pregunta no la puede dar un gobierno, ni depende de decisiones parlamentarias, ni será el resultado de unas negociaciones entre el presidente Zapatero y el cardenal Rouco. La respuesta consistirá en argumentos concretos y la dará quien los tenga. Lo que no se alcanza a comprender es que quienes más saben de religión -las iglesias- sean quienes menos aportan a esta tarea, y quienes más se ocupan del hombre por el hombre -los hijos del siglo, como dice Benjamin- den por cerrada esta cantera de significaciones.
Parece que los españoles estamos condenados en asuntos de religión, como decía aquel obispo, a no librarnos del palo: por detrás, arreando; o, por delante, mandando. Pero cabe imaginar las cosas de otro modo.
El filósofo alemán Jürgen Habermas, poco sospechoso de veleidades mistificantes, escribió una vez lo siguiente: ’Nuestros modernos conceptos de vida auténtica, de autonomía, de socialización e individualización, de tiempo e historicidad, de finitud y emancipación, de éxito y fracaso, de praxis política, dignidad humana, etcétera, en absoluto son conceptos griegos, sino que se deben más a la tradición judeocristiana que a la filosófica’. Está hablando de esos famosos valores ’occidentales’ -que vienen de Oriente- y que ciertamente defienden quienes de momento andan entretenidos en que si galgos o podencos a propósito del matrimonio gay.

Tuesday, December 07, 2004

Por el lenguaje, que puede simular sabiduría

"El descubrimiento del alfabeto creará el olvido en el espíritu de los que lo aprenden, porque no usarán su memoria; confiarán en los caracteres escritos externos y no se acordarán de sí mismos... No les dais a vuestros discípulos la verdad, sino sólo la apariencia de la verdad; serán héroes de muchas cosas y no habrán aprendido nada; parecerán omniscientes y generalmente no sabrán nada." (Platón, Fedro)

Monday, December 06, 2004

Ocho razones por las que hay hambre en el mundo

Unos 800 millones de personas pasan hambre en el mundo, la misma cantidad que los que padecen obesidadOcho razones por las que hay hambre en el mundo
¿Qué pasa? Guerras, catástrofes naturales y corrupción tienen mucho que ver. Pero hay un factor clave que pasa inadvertido para muchos: el comercio injusto, los países ricos bloquean a los pobres con sus productos. La ONG Intermón Oxfam, con la ayuda de famosos como Antonio Banderas o Michael Stipe, ha puesto en marcha una campaña internacional por unas reglas más justas de comercio.
Por John Carlin El País0 6/12/04

En alguna parte de El País de hoy, como en otros periódicos a lo largo y ancho de Europa y Estados Unidos, habrá algún artículo, algún anuncio sobre las grandes obsesiones dietéticas de los hombres y mujeres de los países ricos: ¿cómo adelgazar?, ¿cómo hacer para no comer tanto?
Mientras muchos de nosotros venderíamos nuestras almas por conseguir la pastillita mágica que nos permitiera hartarnos de churros, chorizo y huevos fritos sin aumentar de peso, y (claro) sin incrementar los niveles de colesterol, hay 800 millones de personas en el mundo que se van a la cama todas las noches con hambre. Y hay más de 800 millones que tienen sobrepeso o padecen obesidad, según el Worldwatch Institute de Washington, un organismo que se dedica meticulosamente a acumular esta clase de datos.
Más estadísticas, todas de Naciones Unidas: cada cinco segundos muere un niño de hambre; uno de cada cinco niños en Estados Unidos es peligrosamente obeso; 10 millones de personas mueren cada año debido al hambre o las enfermedades que provocan y acentúan la malnutrición; el mundo produce comida más que suficiente para todos los seres humanos; el presupuesto total mundial que dan los Gobiernos de los países ricos para el desarrollo de los países pobres es de 50.000 millones de dólares al año; el presupuesto de Estados Unidos para la guerra en Irak (según cifras oficiales de ese país) hasta la fecha ya duplica esa cantidad.
El hambre, que mata directa o indirectamente a nueve veces más personas cada día de las que murieron en las Torres Gemelas de Nueva York, es la manifestación más extrema posible de la pobreza, del fracaso humano. Reducir la cifra de gente hambrienta en el mundo a la mitad ha sido identificado como una prioridad dentro de los Objetivos Milenio de Naciones Unidas para los próximos 10 años.
Aparte de organizaciones pertenecientes a la ONU, hay 1.200 ONG comprometidas con este esfuerzo. Con el objetivo de establecer por qué hay tanta hambre en el mundo, EPS ha sondeado las opiniones de representantes de la ONU, especialmente del Programa Mundial de Alimentos; de ONG, entre ellos Ignasi Carreras, director general de Intermón Oxfam; de académicos especialistas en el tema; y de expertos de todo tipo –de médicos a banqueros– en África, el continente donde el hambre es más endémica y devastadora.
No todos estaban de acuerdo en todo, pero en lo que hubo consenso fue en que la respuesta a la pregunta era más compleja y diversa de lo que podría pensar gente que no ha profundizado en el tema. Aquí, en una síntesis de la información recopilada, hay ocho razones por las cuales tantas personas en los países pobres se mueren de hambre al mismo tiempo que tantas en los países ricos se mueren de tanto comer.
01. La incompetencia o corrupción de los Gobiernos de los países más pobres
El ejemplo más caricaturesco lo da Guinea Ecuatorial, donde el presidente y su familia se han beneficiado con una extravagancia faraónica del descubrimiento de grandes yacimientos petrolíferos sin pensar ni un segundo en el 90% de la población que sufre hambre y abandono. Mientras el hijo del presidente ocupa suites en los hoteles más lujosos de Los Ángeles y París, y derrocha dinero comprando trajes en Rodeo Drive y la Rue Faubourg Saint Honoré, los ingresos medios de los habitantes que no son familia o amigos del presidente permanecen por debajo de un euro al día.
En Angola, donde no sólo hay petróleo sino una extensa riqueza mineral, una larguísima guerra civil terminó hace dos años, pero los gastos militares no han disminuido: siguen acaparando un 30% del presupuesto gubernamental. En Nicaragua, donde la mitad de la población vive en condiciones de pobreza extrema, el 85% de la deuda externa ha sido condonada en los dos últimos años, pero todavía no hay señal de que haya subido el presupuesto, por ejemplo, para la educación. La prueba más contundente de lo devastadores que son los Gobiernos malos con políticas ineptas se ve en el hecho de que las dos hambrunas más grandes del siglo XX ocurrieron en Ucrania, en tiempos de Stalin, y en China, en tiempos de Mao. (“¡Ideologías que despueblan el mundo!”, se lamenta el personaje Herzog, del novelista Saul Bellow).
Ni Stalin ni Mao perdieron el poder como consecuencia de los millones de personas que murieron entonces. Ni siquiera vieron su poder diluido. Lo mismo ocurre hoy en muchos de los países donde la gente come mucho menos de lo que podría si los Gobiernos se interesaran más por su bienestar. El hambre, incluso a nivel masivo, no conlleva un coste político. Quizá un dictador africano considere sensato abastecer de alimentos a la población urbana, al menos de la capital, con la única intención de mantener el orden público. Pero si los habitantes de las zonas rurales más aisladas sufren malnutrición, ¿qué importa?
Por eso el premio Nobel Amartya Sen, economista hindú de la Universidad de Oxford, argumenta en su libro Desarrollo y libertad que existe un vínculo muy claro entre tiranía y hambre, democracia y prosperidad. En las democracias, escribe Sen, no hay hambruna. “Los gobernantes autoritarios, que pocas veces pasan hambre (u otras calamidades económicas), no tienen el incentivo para tomar el tipo de medidas necesarias para que las hambrunas se prevengan”.
En las democracias, en cambio, los Gobiernos sí tienen un fuerte incentivo para mostrarse responsables ante las necesidades más elementales del electorado: si no lo son, la próxima vez que la gente vote es probable que pierdan el poder.
02. La poca fe de los grandes países capitalistas en el libre mercado
Al menos a la hora de comerciar con productos agrícolas. Uno de los grandes escándalos a nivel mundial, uno que todos reconocen pero pocos de los que podrían hacer algo al respecto abordan con la necesaria seriedad, es el de los subsidios que los agricultores de Estados Unidos y Europa reciben de sus Gobiernos. Las reglas del comercio internacional son tan injustas que si los mismos principios se aplicaran en un partido de fútbol se provocarían disturbios.
Es como si el arbitro en un Francia-Burkina Faso hubiese sido pagado por los franceses para asegurarles que todos los goles del equipo africano serían anulados, y, por si acaso, la mitad de los rivales expulsados antes de acabar el primer tiempo. El Gobierno del presidente Bush gasta 4.000 millones de dólares al año en subsidios para sus productores agrícolas. Lo que esto significa, en la práctica, es que, por ejemplo, los productores de algodón en Senegal van a la bancarrota. Los estadounidenses inundan el mercado y expulsan a los senegaleses de él.
Lo que es casi peor, inundan los propios países productores de algodón –o maíz o azúcar– con materia prima barata, lo que hace que los agricultores locales no puedan ni siquiera competir con los productos importados. La imagen del obeso ciudadano de Iowa, Estado agrícola por excelencia, contrastada con la del esquelético etíope, retrata a la perfección esta gran injusticia global. Los europeos son igual de culpables.
Hacen exactamente lo mismo con otros productos; una de las razones por las cuales algunos africanos, huyendo del hambre, se suben a pateras en Marruecos y (si tienen suerte) llegan a las costas españolas, generando problemas que proceden, al menos en parte, de la desleal competencia de la que son cómplices España y el resto de la Unión Europea.
03. Las guerras y la inseguridad en general
Los peores casos de hambruna en África en los últimos años se han dado en tiempos de guerra. El frágil equilibrio que permite que, aunque la gente pase hambre, sobreviva, se rompe y ocurre lo que ahora en Sudán y hace 20 años en Etiopía. Las guerras desplazan a la gente de sus tierras ancestrales, destruyen la infraestructura alimentaria, bloquean el acceso físico a comida de otras partes y dejan secuelas –por ejemplo, la muerte de individuos que saben cultivar la tierra– de las que las comunidades afectadas tardan años en recuperarse.
En Afganistán, el volumen de minas antipersonas enterradas en los varios conflictos militares que se han llevado a cabo desde 1979 ha hecho que más de la mitad de la tierra agrícola no pueda ser cultivada. Los europeos que recuerdan la Segunda Guerra Mundial, o la Guerra Civil española, entienden la ecuación guerra = malnutrición. Para un joven español o francés, hoy en día es casi inimaginable.
04. Dan pescado cuando hay hambruna, pero no enseñan a pescar cuando no la hay
Los países ricos responden bien cuando ocurre una catástrofe, pero lo que no han sabido hacer es ayudar a que se evite, o crear las condiciones para que los problemas del hambre endémica desaparezcan. O al menos no con el empeño necesario.
Un buen ejemplo lo da Etiopía, uno de los países del mundo donde más hambre hay. En 1984, el cantante irlandés Bob Geldof reunió a algunos de los mejores artistas musicales de la época y grabó una canción para recaudar fondos para las víctimas de la terrible hambruna etíope de aquel año. La iniciativa se llamó Band Aid y logró recaudar mucho dinero. Hoy, Geldof, Bono y unos 40 artistas más han hecho lo mismo, en este caso para las víctimas de Darfur, en Sudán.
El problema es que en los 20 años que han pasado desde aquel gran despertar de la conciencia internacional que Band Aid representó los problemas de Etiopía son los mismos. No hay hambruna hoy, al nivel de 1984, pero hambre permanente sí. En un contexto en el que la ayuda internacional a los países pobres se ha ido reduciendo, Etiopía ha recibido lo que un alto funcionario de la ONU calificó como cantidades “lamentables” del exterior.
En un año bueno, cuando las cosechas rinden a tope, entre dos y tres millones de personas de Etiopía necesitan comida del Programa Mundial de Alimentos u otros organismos internacionales. En un año malo, el número asciende hasta una cantidad entre 12 y 15 millones.
El problema es que: 1. Salvo brotes como Band Aid cada 20 años, los habitantes de los países ricos no se interesan lo suficiente como para presionar a sus Gobiernos para que inviertan más en ayuda a los pobres del mundo que en nuevos submarinos. 2. Mientras se reacciona de manera ágil y eficaz y contundente (sin escatimar las inversiones), a la hora de las grandes crisis, tipo Darfur, existe poco afán por el trabajo lento, gradual, poco glamuroso (lejos de las cámaras de la CNN) que se requiere para ir paulatinamente ganando terreno al hambre, y previniendo así las grandes hambrunas antes de que ocurran.
05. Hay amores que matan y gente que se acomoda a la supervivencia
Aunque la ayuda internacional es insuficiente, a veces es demasiado. Se crea un problema de dependencia que hace que comunidades enteras pierdan la costumbre de alimentarse a sí mismas. En Ruanda, un país muy pobre que ha recibido mucha ayuda alimentaria desde el genocidio de 1994, una ministra del Gobierno se quejaba, en una conversación hace un año, de que su gente, o mucha de ella, había perdido la costumbre de trabajar; de cultivar sus tierras.
Siempre habían vivido en un nivel de subsistencia, pero ahora la subsistencia no procedía de su propio trabajo, sino del camión semanal de reparto de comida. Incapaces de concebir –y esto tiene todo que ver con la falta de educación– una ambición más elevada que la mera supervivencia (lo cual desesperaba a la ministra, una mujer que había estudiado en el extranjero), habían dejado de preocuparse por desarrollar la economía local.
Vivían la vida casi de animales de zoológico. No muy digna, quizá, pero despreocupada, tranquila. Un ejemplo alternativo, pero que conduce a la misma conclusión, es el de aquellos angoleños que vivían en zonas rurales tan remotas durante la guerra que jamás recibieron ayuda. Hoy, que el país recibe menos ayuda que en aquellos tiempos de crisis, son ellos –los que no se acostumbraron a tener sus necesidades básicas satisfechas por gente caída del cielo– los que mejor se han adaptado, los que saben organizar sus vidas de manera productiva, responsable y eficaz. “Cuando tiene que hacerlo”, como comentó Ignasi Carreras, de Intermón Oxfam, “la gente se espabila”.
06. Las enfermedades
La malaria, el sida y la tuberculosis causan hambre. No es sólo que el hambre cause enfermedad. Porque cuanto más enfermo de malaria esté un señor en Mozambique que vive en una zona rural, menos posibilidades tendrá para trabajar en el campo y dar de comer a su familia, y alimentarse a sí mismo. Con lo cual se crea un círculo vicioso enfermedad-hambre-más enfermedad-más hambre. Así se va hundiendo una familia, una comunidad, un país.
No sólo se ve afectada la cantidad de comida a ingerir, sino también la calidad. La proporción de carbohidratos respecto a las proteínas aumenta en la dieta cuanta más pobreza hay. (La Dieta Atkins, la que permite consumir todas las proteínas que uno quiera con tal de no tocar los carbohidratos, definitivamente no es para gente pobre, ni siquiera en EE UU). Lo cual a su vez supone una deficiencia de los micronutrientes de los que se derivan el hierro, el zinc, el yodo y las vitaminas. Se podrá sobrevivir sin las cantidades de estos micronutrientes consideradas básicas en Occidente, pero no se puede llevar una vida sana. La vulnerabilidad es extrema.
07. El determinismo geográfico
El clima y otras fuerzas ineludibles de la naturaleza pueden influir de manera decisiva en los hábitos alimenticios de la gente. Los países donde hay hambre son los países calientes de la Tierra, los que están situados entre las latitudes de los trópicos. Estos países son, por un lado, más vulnerables a sequías o inundaciones –a la violencia meteorológica– que los países del norte. Pero, por otro lado, existe la paradoja de que, en términos históricos, son países más fértiles que los fríos; están menos a la merced de los cambios bruscos estacionales.
Una persona que no tiene ingreso alguno va a poder sobrevivir por su cuenta en la selva del Congo, va a poder encontrar comida en los árboles con más facilidad que una persona sin ingresos en los bosques de Finlandia. En tiempos prehistóricos, vivir en el Congo en vez de en Finlandia era una ventaja. Lo que ocurre, como cuenta Jared Diamond en su libro sobre la evolución de las civilizaciones Armas, gérmenes y acero, es que los humanos que habitan los países más fríos e inhóspitos se ven obligados a buscar formas de conservar la comida para el invierno, de planificar para el futuro.
Por ejemplo, antes de la refrigeración, utilizando la sal. Esta necesidad de conservar hizo que la relación con la comida se volviera más sofisticada en los países del norte que en los del ecuador o el sur.
08. La caridad comienza en casa
La solución al problema del hambre es muy sencilla de identificar y muy difícil de llevar a cabo: el desarrollo. A no ser que sea especialmente incapaz o tenga muy mala suerte, la gente que vive en Norteamérica, Europa o Japón no pasa hambre. No está mal nutrida. Y vive hasta los 75 años y más.
En África viven 20 o 30 años menos. Ignasi Carreras está en el negocio de ayudar a los hambrientos, pero él lo tiene claro: regalar comida no es, a mediano o largo plazo, la solución. “Lo más importante es que la gente sepa cómo ganarse la vida, que se valga por sí misma”, dice. El hambre es sencillamente la pobreza llevada a su máxima expresión. Con lo cual, lógicamente, hay que combatir la pobreza, hay que dar a la gente los medios y las condiciones para que puedan enriquecerse. Esto supone, primero, abordar los siete problemas anteriores mencionados en este artículo, sin excluir una cooperación internacional justa, responsable y enfocada con sensatez.
Pero ante todo, según lo entienden Carreras y –entre muchos más– el Nobel Amartya Sen, hay que procurar crear sociedades democráticas en el sentido más amplio y profundo de la palabra. Esto no implica tanto la celebración de elecciones como la creación del conjunto de factores –Estado de derecho, medios libres de comunicación– que llevan a la creación de una sociedad civil cuyos valores son más duraderos que los de cualquier Gobierno o partido político. El hambre no es un problema de malas cosechas o de falta de tierra. (En Japón comen mejor que en Argentina).
Es un problema con origen humano. Obedece a malas decisiones de determinadas personas, especialmente de las clases gobernantes. Cuanto más responsable y preparada sea la gente en el poder, y cuanto más generosa la gente en los países cuyos problemas de supervivencia elemental están resueltos, menos hambre habrá en el mundo. El problema es que todo esto, como demuestra la historia de la especie, es mucho pedir.
Más información de la campaña por un comercio más justo: teléfono de Intermón Oxfam: 902 330 331. www.intermonoxfam.org y www.comercioconjusticia.com.
Antonio Banderas y el maíz
El actor y director español que triunfa en Hollywood ha elegido el maíz para concienciar al mundo sobre el comercio injusto. Cinco millones de familias campesinas de México se enfrentan a la ruina porque el Gobierno de Estados Unidos subvenciona a sus empresas agrarias, que exportan su producción a su vecino del sur. En los últimos 10 años, la exportación de maíz de EE UU a México se ha triplicado y los precios de este producto han caído un 70%. Michael Stipe y la leche El cantante de REM ha elegido los productos lácteos en su campaña de sensibilización. Intermón Oxfam da datos preocupantes: las grandes empresas europeas reciben cada año más de 1.000 millones de euros en subsidios a la exportación. Con esos recursos inundan los mercados del Tercer Mundo de leche en polvo, que amenaza el sustento de los productores autóctonos. Con el café pasa otro tanto. Entre 2000 y 2003 su precio se redujo a la mitad; 25 millones de familias que cultivan café viven una grave amenaza. Tamara Rojo y las plumas La bailarina española, estrella del Royal Ballet de Londres, se ve aquí inundada de plumas. La crianza de pollos es una de las salidas para muchos campesinos en África Occidental, pero en los últimos años no pueden competir con las importaciones baratas procedentes de países europeos como Francia y Bélgica. Entre 2001 y 2003 se perdieron 2.500 empleos en Senegal por las importaciones de pollo. En 2002, Ghana aprobó implantar aranceles a estos productos, pero el FMI obligó al Gobierno a no aplicarlos. Thom Yorke y el chocolate El líder del grupo británico Radiohead, revolucionarios del pop, se ve en la imagen bañado de chocolate. El cacao es un producto del que dependen millones de campesinos en 50 países. Costa de Marfil, Ghana, Nigeria y Camerún producen alrededor de dos terceras partes de la producción mundial de cacao, pero los cuatro figuran entre los países más pobres. Las presiones de las multinacionales han rebajado el precio que pagan a los campesinos por libra de cacao desde 1,80 dólares en 1977 hasta 0,80 en 2003. Alanis Morissette y el trigo La cantante canadiense se ve ‘atacada’ por el trigo. Estados Unidos y la UE representan la mitad de las exportaciones de trigo del mundo, y lo venden entre un tercio y un 46% por debajo del coste de producción. Mientras se obliga al Tercer Mundo a desmontar sus aranceles, los países ricos los inundan con sus productos subvencionados. Algo parecido sucede con el arroz. La UE y Japón protegen sus mercados con altas barreras arancelarias. A los países del Sur se les paga por su arroz un 60% menos que en 1980. Youssou N’Dour y el algodón El cantante senegalés, uno de los pioneros del éxito de la música étnica en el mundo, llama la atención sobre las desigualdades en el comercio del algodón. Intermón Oxfam aporta las cifras: 25.000 explotaciones y empresas de EE UU controlan el mercado mundial. Las subvenciones de este país a la exportación de algodón triplican el presupuesto total de ayuda a África de EE UU. Esos subsidios superan el PIB de Burkina Faso. El algodón es la principal fuente de ingresos agrícolas de países como Benin, Malí, Chad y Togo. Bono y el azúcar Con esta secuencia de fotos, el cantante y líder de U2 quiere contribuir a denunciar el sistema europeo de producción de azúcar, que prima a grandes explotaciones para que produzcan más de lo que consumen los europeos e inunden cada año los mercados mundiales con cinco millones de toneladas de este producto, a precios inferiores a los costes. Esto arruina a los campesinos pobres de algunos de los países más pobres, como Mozambique, Malawi y Etiopía.
Famosos para un comercio justo
Por Rafael Ruiz Los responsables de comunicación de las ONG lo saben bien y lo suelen decir al oído: en el mundo desarrollado, con tal proliferación de mensajes y de información, enseguida se corre el riesgo de saturación, y la repetición de cifras de la desigualdad en el reparto de la riqueza y de imágenes que demuestran cómo viven los menos favorecidos topan, en determinado momento, con el muro de lo ya demasiado visto, que no remueve conciencias.
Por eso, la ONG Intermón Oxfam (IO) ha decidido esta vez plantear una campaña internacional de otra manera, dándole la vuelta. Para explicar un tema difícil de explicar, las relaciones injustas de comercio entre el Norte y el Sur, ha contado con la colaboración de personajes famosos –los que salen en estas páginas–, líderes de opinión que han prestado su imagen para llamar la atención, para que la gente se fije y enfoque bien un problema: desde sus privilegiadas posiciones, los países ricos inundan –por eso, los famosos aparecen en las fotos metafóricamente inundados con chocolate, maíz, trigo, leche– con sus productos agrícolas subvencionados a los países del Tercer Mundo, que siguen viviendo básicamente de la agricultura –mientras países como Bélgica y Holanda tienen menos de un 10% de población rural; en otros, como Ruanda y Uganda, más del 85% son campesinos–.
Los saturan, los bloquean, les hacen imposible competir en el mercado mundial; es más, ni siquiera les dejan margen para poder vender sus productos en su propia tierra. La supuesta globalización no es tal. El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (OMC) establecen un juego con reglas desiguales. Explican en Intermón Oxfam que a los países en desarrollo se les obliga a abrir sus fronteras, a desarmarse de aranceles y cualquier otra medida proteccionista –en aras del libre comercio–, pero, a la vez, los países más desarrollados –la UE y EE UU– usan las subvenciones agrícolas para poner en el mercado productos, como el trigo y el azúcar, a precios por debajo de su coste.
Competencia desleal. Además, las multinacionales alimentarias fuerzan continuamente a la baja el precio de materias como el cacao y el café –sus precios en origen, lo que se paga a los que cultivan la tierra, han caído a la mitad en los últimos años–. Así la situación, los campesinos del Sur sencillamente se mueren de hambre. Estas reglas injustas de comercio constituyen una de las claves con más ramificaciones de por qué hay hambre.
Los agricultores y ganaderos del Tercer Mundo no ganan para salir adelante; son vulnerables a episodios de sequía o violencia. Lo dice en dos frases Intermón Oxfam: “900 millones de campesinos no pueden vivir dignamente de su trabajo. Han sido arrastrados a la ruina porque no pueden competir con los productos baratos subvencionados por los países ricos”. “Millones de familias pasan hambre por la crisis de materias primas.
Deben vender sus cosechas por menos de lo que les cuesta producirlas, mientras las grandes empresas aumentan sus ganancias por los bajos precios que pagan por ellas”. La ONG dice que ahora es el momento de luchar por cambiar, ya que en septiembre el Gobierno español lanzó en las Naciones Unidas, junto a Francia, Brasil y Chile, la Alianza contra el Hambre, que persigue acabar en 2015 con lo que John Carlin describe en su reportaje como “la manifestación más extrema del fracaso humano” y porque en 2005 se celebra en Hong Kong la próxima reunión de la OMC, que trazará las coordenadas hasta 2020.
Para presionar intentan recoger millones de firmas. Dicen que desde abajo también se puede influir, y ponen como ejemplo dos campañas de firmas que sí sirvieron: la que en 2001 llevó a las empresas farmacéuticas a retirar la demanda contra Suráfrica por aprobar una ley que facilitaba el acceso a medicamentos contra el sida más baratos que los patentados, y la que en 2003 convenció a Nestlé para reducir de 6 a 1,5 millones de dólares su reclamación al Gobierno de Etiopía por nacionalizar una empresa filial.

Wednesday, December 01, 2004

Ignacio Ramonet analiza el panorama mundial

Bush II
Por Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique 01/12/04

La reelección el pasado 2 de noviembre de George W. Bush para la presidencia de Estados Unidos constituye una grave afrenta moral infligida al espíritu de la democracia estadounidense, la más antigua del mundo y, en tanto tal, referencia primordial. Claro que esta vez técnicamente no hay nada que objetar. Nadie puede discutir el carácter legítimo del escrutinio.
Los votantes ejercieron su derecho eligiendo en función de su parecer (1). No por eso la reelección se vuelve menos perturbadora, incluso chocante. Y confirma que la democracia –el menos imperfecto sin embargo de los regímenes políticos– no está protegida contra opciones que pueden llevar al poder a peligrosos demagogos. En efecto, es preocupante que Bush, conocido por su fundamentalismo religioso, su mediocridad intelectual y su incultura, haya sido el candidato más votado de la historia electoral estadounidense.
Tanto más cuanto que ha engañado a su pueblo y mentido al Congreso para conseguir la autorización para librar una “guerra preventiva” (no autorizada por la ONU) e invadir Irak; ha alentado un uso desproporcionado de la fuerza y provocado la muerte de millares de civiles iraquíes inocentes (2); ha ignorado la “orden ejecutiva” de 1976 del presidente Gerald Ford (que sigue vigente y prohíbe a los servicios secretos el asesinato de dirigentes extranjeros) y ordenado la ejecución de supuestos “terroristas” (3); ha violado las Convenciones de Ginebra sobre el trato a los prisioneros de guerra; ha permitido la práctica de la tortura en la cárcel de Abu Ghraib y en otros centros secretos de detención; y ha despertado el espíritu del macartismo que consiste en considerar culpable al ciudadano sospechoso de tener vínculos con una organización enemiga. Con tan siniestro historial, otro dirigente hubiera sido declarado persona non grata y excluido del mundo civilizado. No ha sucedido eso con George W. Bush, quien por añadidura y como presidente de la única superpotencia mundial, ocupa el lugar central del dispositivo político internacional. Su segundo mandato se anuncia como una continuación del anterior. Las dos primeras designaciones de ministros confirman que Bush interpreta su triunfo electoral como un plebiscito para su política.
Así por ejemplo su elección de Alberto Gonzales para el Ministerio de Justicia constituye un desaire dirigido a quienes objetan las torturas de prisioneros acusados de terrorismo. Asesor jurídico del presidente, Gonzales es autor de disposiciones legales que han permitido eludir las Convenciones de Ginebra y calificar como “enemigos combatientes” a los prisioneros de guerra de Afganistán y de Irak, e instaurar la cárcel de Guantánamo.
Contraviniendo las leyes de Estados Unidos y tratados internacionales, Gonzales no ha vacilado en suspender la prohibición de ejercer “presiones físicas” sobre esos prisioneros con el pretexto de que “en la conducción de la guerra la autoridad del presidente es total” (4). En cuanto a la designación de Condoleezza Rice en el Departamento de Estado, ¿cómo no ver en ella una reivindicación del unilateralismo puro y duro preconizado por los republicanos autoritarios que rodean al presidente y que las nuevas amenazas contra Irán no hacen más que confirmar? Sin embargo, la incapacidad de las fuerzas armadas para imponerse en Irak contra los insurgentes prueba los límites de la herramienta militar. Una constatación que puede hacer también en Israel, en el momento de la desaparición de Arafat, el general Ariel Sharon, principal aliado de Bush en Oriente Próximo.
El Primer Ministro israelí constata que la capacidad de sufrimiento de los palestinos sigue siendo superior a la facultad de daño de su ejército. ¿Sabrá sacar las consecuencias? ¿Terminará también Bush por admitir que los aspectos negativos de la mundialización (pobreza agravada de los pobres, injusticias planetarias, rivalidades regionales, desarreglos climáticos, etc.) pueden degenerar en enfrentamientos si no se les opone una concertación multilateral? ¿Y que una potencia no puede pretender imponer la ley por sí sola?
NOTAS: (1) Parecer fuertemente condicionado por el marketing político y la propaganda mediática.Véase Outfoxed (2004), el documental de Robert Greenwald sobre la manipulación de la información en Estados Unidos a favor del presidente Bush. (2) De acuerdo con la asociación Iraq Body Count (www.iraqbodycount.net) la cantidad de civiles muertos debido a la intervención militar en Irak habría superado el 21 de noviembre de 2004 los 14.454. Pero según la revista médica británica The Lancet de noviembre de 2004 la cantidad de civiles iraquíes muertos por causas directa o indirectamente vinculadas con la invasión de Estados Unidos llegaría a los 100.000… (3) Véase Seymour Hersh, Obediencia debida: del 11-S a las torturas de Abu Ghraib, Aguilar, S.A. de Ediciones-Grupo Santillana, Madrid 2004. (4) El País, Madrid, 11 de noviembre de 2004.
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El Precio de ser diferente. Así se humillaba a mujeres "sin moral".

LIBRO / «EL PRECIO DE SER DIFERENTE»Así se humillaba a mujeres "sin moral"
INSULTADAS, golpeadas y manoseadas por los varones del pueblo armados con cencerros. Era el castigo que sufrían en muchos pueblos de la España rural las viudas ennoviadas o las madres solteras. Amparo ha escrito su experiencia.
Por Javier Memba El Mundo 28/11/04, 23.28 horas

Una de las cosas que se grabaron de forma indeleble en la memoria de Amparo Paramio cuando aún era una niña fue la suerte que corrió una vecina de su pueblo -un lugar de la «Extremadura profunda» de cuyo nombre no quiere acordarse porque sus padres aún viven allí- al osar casarse con un viudo.
Esa noche, Amparo vio actuar por primera vez a las masas, al pueblo llano unido. Corría el año 1959, y hechos como los que vio le hicieron saber de dónde parte esa plaga que hoy llamamos violencia de género.
«Todos caminaban en la misma dirección, al dictado de una misma voz», escribe Paramio en El precio de ser distinta (Kokoro Ediciones).Los linchamientos deben ponerse en marcha de idéntica forma a aquella en que los paisanos de esta escritora prepararon «la mayor sorpresa de su vida» a los recién casados.
La ceremonia se celebró al filo de la media noche porque los curas de entonces también consentían con la abyección que se avecinaba. Los novios aún permanecían en el interior del templo cuando la muchedumbre comenzó a llegar por las distintas calles, congregándose en torno a la pareja. «Hombres, mujeres, jóvenes, personas de todas las edades.
La masa acudía silenciosamente, sin casi hacerse notar y se iba agazapando en los alrededores de la iglesia», continúa Amparo relatando los hechos. «Muchos tenían ya los cencerros bien sujetos, las coplillas ya compuestas, la mayoría de ellas sin rima ni sentido, pero hirientes y punzantes hacia los novios.Ésa era su función: herir, lesionar, ofender, servir de fácil diversión a la gente». Cuando se abrió la puerta de la iglesia, la mirada feliz de los recién casados no tardó en ser crispada por el pánico ante la muchedumbre. «Todos a la vez, ahí están», gritó una voz entre la multitud. Acto seguido, comenzaron a sonar los cencerros y las coplas. El marido salió corriendo hacia su coche gritando a su joven esposa que la esperaba en el ejido. Nadie le impidió la huida, la cosa no iba con él.
Ella intentó seguirle, pero el execrable fuenteovejunismo ya se había puesto en marcha. La novia, apenas terminaron de rodearla las masas, comenzó a ser vapuleada. Mientras unos entonaban las coplillas insultantes, otros la manoseaban. «La gente, provista de cencerros, se apostaba a todo lo largo del camino que iba hasta el lugar donde estaba su marido, que distaba un kilómetro aproximadamente de la iglesia.
Ella avanzaba corriendo como podía, asustada, medio en andas y en volandas. La gente cantaba coplas insultándola, mientras agitaba los cencerros y la acorralaba. Todo eran hombres y mujeres del pueblo, que la agredían y la vejaban amparados en la multitud».Con ese pasmo que se contemplan las más crueles agresiones, la pequeña Amparo fue testigo de la brutalidad con que sus vecinos magreaban a la recién casada: «La metieron mano, unos por arriba y otros por abajo, y cuando llegó a donde estaba su marido, comprobó que en su desesperada huida la habían quitado hasta las bragas». TRADICION SECULAR En opinión de Amparo Paramio, la cencerrada o campanillá fue una tradición que se practicó en toda la España rural, que se remonta al siglo XVIII. Así, en una edición del Diccionario de autoridades de 1729 puede leerse «suelen los mozos las noches de días festivos andar haciendo este ruido por las calles y también cuando hay bodas de viejos o viudos». Prohibidas por todos los legisladores a partir de 1765, en base a la indiscutible alteración del orden público que suponen, se siguieron practicando hasta bien entrada la centuria pasada en varias regiones, gracias a la permisividad de las autoridades municipales.
Pero, era tal su arraigo en la tradición popular que muchas mujeres que las sufrieron las defendían al día siguiente, cuando la normalidad volvía a protagonizar la vida en el pueblo, y contaban entre las que más gritaban a sus sucesoras en tan abominable suerte.Madres solteras, adulteras, viudas que no guardaban el luto debido... Cualquier mujer, cuya actitud topara con la rígida moralidad del pueblo, era objeto de estos escarnios. En honor a la verdad, tampoco faltaron alcaldes dispuestos a acabar con las cencerradas. Tras aquella que presenció la pequeña Amparo, el de su pueblo las prohibió «y eso que era franquista» recuerda. «Cuando llegó el socialista, volvió a consentir todo esto porque le gustaban. Sus amistades las daban con su consentimiento.Recuerdo a una chica que había tenido un hijo con un casado.Le dieron una que hasta le rompieron los geranios del balcón.Su padre pidió ayuda al alcalde y éste se hizo el desentendido». Fue entonces, a comienzos de los años 80, cuando Amparo, que temió las cencerradas desde niña, supo por las amenazas de sus vecinos que a ella se la estaban preparando. Casada en 1973, seis meses después de la ceremonia, contando sólo 21 años, enviudaba al fallecer su marido en un accidente de circulación. En aquellos días, la viudedad de una mujer en la España rural suponía una condena a la soledad y al luto de por vida.
Su existencia habría de discurrir indefectiblemente entre la iglesia y el cementerio.De modo que sus vecinos pusieron el grito en el cielo cuando la joven viuda se compró un coche, habiendo sido un accidente de automóvil la causa de la muerte de su esposo o cuando tuvieron noticia de que en un pueblo cercano había asistido a la boda de una amiga vestida de color. El detonante fue el embarazo fruto de una nueva relación. El 18 de junio de 1983, Amparo Paramio sufrió esa abyección que la estigmatizó: «Las ruedas están infladas, / se pinchan y se desinflan/ y éste te vio desinflada y te metió la jeringa», le gritaban las masas, capitaneadas -sorprendentemente- por el mismo hombre cuya esposa fue objeto de la cencerrada que Amparo presenció en su niñez. A la mañana siguiente presentó una denuncia, lo que motivó un artículo en la prensa local donde se defendía esta tradición.
La polémica se desató y fue una de las más encendidas del verano del 83. Los bares de los Paramio sufrieron el boicot vecinal. El pueblo amenazaba con una nueva campanillá, pero la denuncia de Amparo prosperó y fue impedida por la Benemérita.No se ha vuelto a dar ninguna cencerrada en nuestro país. En la actualidad, Amparo trabaja de enfermera y vive en Madrid.
«El precio de ser diferente» (Kokoro Ediciones) llega a las librerías el próximo mes. FOTO.- Eugene Smith ("Spanish Village" Series, 1951)
Enlaces> ASI SE HUMILLABA A MUJERES «SIN MORAL»http://www.elmundo.es/diario/cronica/1725310.html